Hace unos días fuimos impactados por el lamentable fallecimiento de Eduardo Lara, guardia municipal de 72 años, quien murió asfixiado en un incendio provocado por los manifestantes del 21 de mayo en Valparaíso. Sin olvidar lo difícil que ha sido esta situación para los familiares y amigos de don Eduardo, se han suscitado diversas reflexiones respecto al nivel de violencia en las manifestaciones y de la capacidad que tiene la ciudad puerto de acoger la cuenta pública, lidiando con las protestas que van de la mano.
Pero también en la voz de los trabajadores ha surgido la siguiente preocupación: ¿Por qué una persona de más de 70 años debe seguir trabajando y en una función en que se deben cumplir turnos de noche? Es la realidad de numerosos adultos mayores que trabajan en nuestro país y que potencia la duda sobre nuestro sistema de pensiones.
Aunque en la actualidad no parece tan común solicitar el retiro de personas que llegan a su edad de jubilación (60 años las mujeres y 65 los hombres), por la energía que presentan y las ganas de seguir trabajando que tienen muchos de ellos, sí debiese ser un derecho ganado el poder jubilarse para alguien que ha trabajado por cerca de 40 años, más si su salud y energías ya no son lo que eran antes.
¿Cuántos adultos mayores trabajan en Chile? Según la última Encuesta Nacional Calidad de Vida en la Vejez, 28,2% está activo laboralmente. Mientras que un 21,2% del grupo trabaja y recibe alguna pensión por vejez. Por otro lado, el 64,5% de las personas mayores lo hacen por necesidades económicas, mientras que sólo un 31,8% lo hace porque le agrada su trabajo o quiere mantenerse activo.
Se ve así que un número importante de personas mayores que trabaja lo hace por una necesidad económica, la que puede estar relacionada con una mala pensión. De hecho, un 85% de los encuestados recibe una jubilación, pensión de vejez, pensión de invalidez o renta vitalicia igual o menor al salario mínimo de 250 mil pesos (el 60,7% recibe entre 50 mil y 150 mil pesos).
Respecto a este tema, la Iglesia valora profundamente el derecho al justo descanso, lo que defiende para los trabajadores tanto a nivel del descanso semanal (idealmente el domingo), anual (vacaciones), como el retiro en la vejez. En especial, para aquellos que lo han dado todo en su vida a través del trabajo, han entregado su esfuerzo físico e intelectual, y han aportado a la sociedad y a sus familias. Ya que en palabras del padre Hurtado: “El trabajo es un esfuerzo personal pues por él el hombre da lo mejor que tiene: su propia actividad, que vale más que su dinero”[1].
A esto se suma que muchos de los adultos mayores, a diferencia de don Eduardo, no tienen la salud para poder trabajar. Por lo mismo, la Iglesia Latinoamericana ha planteado que “es lamentable que en algunos países no haya políticas sociales que se ocupen suficientemente de los mayores ya jubilados, pensionados, enfermos o abandonados.”[2].
La preocupación que me queda es cuántos adultos mayores tendrán que seguir condenados a trabajar a la espera de un sistema de seguridad social que responda de mejor manera al esfuerzo entregado por años, a un sistema que nos permita a todos los chilenos poder vivir el ocaso de nuestra existencia de manera tranquila, disfrutando a la familia, y sin la preocupación de seguir generando el sustento diario.
Juan José Richter E.
Vicaría de Pastoral Social Cáritas
Notas:
[1] San Alberto Hurtado s.j., Humanismo social, (1947), p. 287.
[2] Documento Conclusivo del CELAM de Aparecida (2007), nº 449.