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Editorial: Salud mental y trabajo


El trabajo es un derecho fundamental y tiene un papel central en la vida de la mayor parte de las personas adultas, y es también una construcción social y un pilar fundamental de la sociedad. Al contar con un trabajo satisfactorio, se logra o se contribuye a desarrollar la autoestima, las relaciones sociales, permite un salario justo, desarrollar capacidades, entre otros beneficios. El Papa Francisco ha mencionado que, “el trabajo se convierte en un elemento crucial para la realización personal cuando está acompañado de derechos concretos”, subrayando la necesidad de garantizar que las trabajadoras y los trabajadores sean tratados con justicia y dignidad. 

Por el contrario, estar en un trabajo, en un ambiente rutinario y agotador con una supervisión inadecuada, que media en un elevado nivel de estrés, puede contribuir a desarrollar varios tipos de enfermedades, siendo diversos los factores, como, por ejemplo, el tipo de empresa, la estructura y el modelo de la organización, el estilo de dirección, los roles y el estatus del empleado, etc. Estos factores median en elevado estrés, baja satisfacción laboral y mala calidad de vida, reconocidos factores de riesgo para la salud, mediadores en varios trastornos mentales y también enfermedades cardiovasculares.

En general, el hecho de tener un empleo protege la salud mental de hombres y mujeres, salvo cuando hay sobrecarga laboral y conflicto de roles empleo/familia. El trabajo puede intervenir como causa o agravante, a través de tres factores fundamentales: condiciones del medio ambiente material, medio ambiente psicológico y medio ambiente socioeconómico.

El estrés del trabajo se ha convertido en una de las principales causas de incapacidad laboral en los países desarrollados, al mediar en “nuevas y sutiles amenazas para la salud mental” siendo consecuencias de las enfermedades ya mencionadas anteriormente. Se ha constatado, además, que el estrés en el trabajo tiene un importante papel mediador en las grandes diferencias en salud, enfermedad y muerte prematura, relacionadas con el estatus socio laboral.

La salud mental cumple un rol relevante para el desarrollo humano de los y las trabajadoras, es por esto, que creemos firmemente que para alcanzar el trabajo decente, y que el trabajo pueda ser efectivamente el espacio donde los seres humanos puedan contribuir al desarrollo de sociedades más justas y solidarias, es necesario velar para un justo equilibro entre el desarrollo y las personas que están detrás de ese desarrollo. Justamente como lo menciona la doctrina social de la iglesia, refiere que “Si falta esta conciencia o no se quiere reconocer esta verdad, el trabajo pierde su significado más verdadero y profundo: en este caso, por desgracia frecuente y difundido, la actividad laboral y las mismas técnicas utilizadas se consideran más importantes que el hombre mismo y, de aliadas, se convierten en enemigas de su dignidad”.

Por esa razón, es que podemos decir que, en la actual sociedad del trabajo, los elementos desestabilizadores de la salud mental, principalmente, están en la esfera de la “adaptación” y la “relación”. La persona trabajadora debe adquirir nuevas habilidades que van encaminadas hacia la identificación, manejo e intervención sobre una “enfermedad” para la que habitualmente no está suficientemente entrenado, buscando alianzas cooperadoras con el ámbito de la salud mental.