REPORTAJE: Cuatro dirigentes compartieron con Sindical.cl su experiencia y sus recuerdos del 11 de septiembre de 1973. Mientras algunos eran estudiantes, otros eran representantes de los trabajadores en ese momento. Les planteamos dos preguntas: 1.- ¿Qué recuerda de la jornada del once?; 2.- ¿Cómo cree usted que marcó ese día al sindicalismo en Chile?
Por Lissette Fossa
Arturo Martínez. En 1973 era Secretario General del Cordón Vicuña Mackenna. Hoy es Secretario General de la CUT
1.- Para el 11 yo era secretario general del cordón industrial Vicuña Mackenna, que tenía gran cantidad de empresas. Era militante del MAPU, tenía 27 años. Ese día yo entraba al trabajo a las seis de la mañana, pero decidí irme más tarde, al turno de las ocho. Estaba saliendo de la casa, cuando pasan los aviones a bombardear la radio Magallanes y la radio Candelaria.
La empresa donde trabajaba fue tomada por sus trabajadores en agosto de ese año, era una fábrica de envases. Supimos que sus dueños iban a quemar los envases en unos hornos en Pirque, para generar desabastecimiento, por eso fue tomada. Antes del golpe habían allanado empresas en Vicuña Mackenna, por la ley de control de armas, y se veía que los trabajadores habíamos perdido la capacidad de acción, estábamos actuando a la defensiva.
Cuando salí de mi casa, no había micros, pero venía un camión. El camión me llevó al paradero 2 de Vicuña Mackenna, donde estaba la fábrica, frente a Luchetti. Cuando llegué los trabajadores no sabían qué hacer, yo en ese momento era presidente del sindicato, así que reuní a la directiva y decidimos hablarle a la gente en el patio de la empresa. A las nueve de la mañana les dijimos que habíamos escuchado que había un golpe de Estado en marcha. La mayoría de los trabajadores se quedó en la empresa. Nosotros esperábamos órdenes, que llegara algún líder que nos dijera qué hacer, pero nunca llegó nadie, ni de la CUT ni de los partidos.
Después hicimos una segunda reunión, cuando ya en la radio habían anunciado la muerte del Presidente Allende. Les dimos la noticia a los trabajadores y dije: “Los que quieran quedarse para defender la empresa pueden quedarse, pero son libres de irse”. Solo permanecieron 38 compañeros. Primero hicimos unos “miguelitos” de acero, para cuando pasaran los camiones de militares. Había dos personas con fusiles, yo tenía una FAMAE y otros colegas tenían pistolas.
Hasta las seis de la tarde tuvimos conexión telefónica con otras empresas y alcanzamos a repartir unos panfletos. Después no nos pudimos comunicar más. En la noche entraron los militares al cordón industrial, sacando los lienzos que colgaban en las paredes. En ese instante hubo una primera balacera, entre ellos, los trabajadores de Luchetti y nosotros. También pasaban aviones y la gente se subía a los techos y les disparaba. Creíamos en el gobierno de Allende, nos habíamos jugado todo y para nosotros había que seguir jugándosela.
Al otro día, el 12 de septiembre, el cordón estaba quieto, cualquier ruido se sentía. En la mañana apareció un carro de carga de ferrocarril, lleno de militares en el carro. A las 10 de la mañana uno de los trabajadores se subió al techo de la fábrica y gritó “¡trabajadores al poder!”. No pasaron ni tres minutos, y empezó la balacera, llegaron tanquetas, militares… Los compañeros de Luchetti disparaban con una ametralladora. Nosotros empezamos a escabullirnos de las balas. Las balas llegaban al subterráneo de la fábrica, por el rebote, rompiendo cañerías de agua y de gas.
Yo estaba en el patio. Como pude entré a la fábrica. De pronto vimos que había un compañero que había salido a la vereda detrás de la fábrica: se había escabullido por una alcantarilla, que daba a la Población Las Flores. De los trabajadores que quedábamos, casi todos salieron por allí y solo quedamos dos adentro de la alcantarilla. No alcanzamos a escapar porque los militares estaban entrando a la fábrica. Nosotros escuchábamos garabatos, disparos, órdenes, mientras estábamos en escondidos. Estuvimos ahí hasta las 11 de la noche del 12 de septiembre, incluso dormimos ahí un rato.
En un momento, los disparos no se escucharon más. Empezamos a levantar la tapa y salió mi compañero primero. Y ahí salimos a la calle en la noche, con toque de queda. Escapamos por las calles, llenas de militares.
2.- El mundo sindical sufrió harto, porque la dictadura entendió que los trabajadores le dieron a Allende el sustento político-social. La dictadura nos quitó todo a los trabajadores y sindicatos. Los bandos militares ordenaron elegir nuevas directivas y poner a los trabajadores más antiguos de dirigentes. Las reuniones sindicales había que hacerlas con un carabinero o un militar al lado. El sindicalismo retrocedió en derechos, en capacidad de lucha, en gestión, unos cincuenta años o más.
El miedo era lo peor. La gente había visto muchas cosas: los camiones con muertos, los detenidos… Por eso los trabajadores tuvieron mucho miedo, no quisieron meterse en sindicatos. Era una generación frustrada, que les habían quitado sus aspiraciones de desarrollo. Y se demoró el sindicalismo en reaccionar. Yo recuerdo que la primera reunión que hicimos fue una ceremonia por el aniversario de la muerte de Luis Emilio Recabarren, en los Salesianos de Alameda. Hicimos ese acto, pero éramos como cincuenta “pelagatos”.
Hernol Flores, en 1973 era Vicepresidente de la ANEF. Hoy es asesor de la Subsecretaría del Trabajo
1.- El 11 de septiembre es un día que se nos quedó grabado para siempre. Yo era dirigente nacional del gremio postal gráfico y era vicepresidente de la ANEF. A mí no me sorprendió el golpe militar, era algo que se estaba hablando todos los días ¡El país estaba tan cruel y dramáticamente dividido! Era imposible entenderse. Los que queríamos hablar de conciliación, de democracia, éramos tildados de amarillos.
En ese momento, mi jefe me había permitido trabajar sin goce de sueldo, ya que era crítico del gobierno y querían despedirme. Yo manejaba la camioneta de reparto en una fábrica de juguetes. Desde la radio de la camioneta, esa mañana, escuché los bandos militares y el anuncio del golpe. Me devolví a mi casa, para ver a mi familia y estar seguro de que estaban bien. Luego, me fui a guardar la camioneta, para esperar los acontecimientos.
Lo próximo fue el bombardeo de La Moneda, que escuché desde mi casa. Fue lo más dramático ese día. En ese momento, yo pensé que nuestro país se derrumbaba. También recuerdo que había mucha gente que salía a las calles a celebrar, incluso encumbraban volantines. Yo me mantuve en mi hogar, con mi familia, y a través de radios extranjeras me enteré de la muerte del presidente Allende, que yo diría que es una de las cosas más terribles que sucedieron. Para los que tuvimos ocasión de trabajar y conversar con él, fue un tema muy crudo y difícil.
Ya cerca del día 15 de septiembre, varios dirigentes sindicales nos juntamos a conversar y analizar la situación. Pero la verdad, es que nadie sabía qué hacer. Y sinceramente, yo pensé que era una situación grave, pero que era un gobierno transitorio. También eso planteaban en sus bandos los militares y uno no tenía por qué no creerles. Al poco tiempo, nos dimos cuenta de que había que embarcarse en la oposición al régimen militar y la búsqueda de la democracia.
2.- El mundo sindical respondió de una manera extraordinaria. El único estamento que reaccionó como correspondía fue el mundo sindical. Nos unimos, a pesar de ser muy diferentes, en torno a un tema durante el régimen: la recuperación de la democracia. Es así como formamos el “Grupo de los 10”, presidido por Eduardo Ríos, Tucapel Jiménez, Gustavo Díaz y yo. Después fuimos capaces de formar el Comando Nacional de Trabajadores, que empezó la resistencia movilizada. Luego, los trabajadores fuimos parte de la Asamblea de la Civilidad, yo estuve allí junto a Rodolfo Seguel.
Para mí, lo que marca la acción del mundo sindical en dictadura es su irrestricta defensa de la democracia. Después, la transición potenció las reglas de la dictadura, atomizó a los sindicatos, desarticularon al movimiento sindical y social. Toda esa red social chilena que fue capaz de lograr la recuperación de la democracia fue desarticulada por los partidos políticos de la Concertación.
Anna Bell Jaras. En 1973 era estudiante. Actual dirigente sindical y Vicepresidenta de la Mujer de la ANEF
1.- El 11 de septiembre es el día que más recuerdo en mi vida, más que cualquiera de mis cumpleaños e incluso más que el nacimiento de mis hijas. El día del golpe había recién cumplido 20 años, yo pertenecía al MAPU.
Ese día fue triste y preocupante para mí. Yo estudiaba en la escuela de Agronomía de la Universidad de Chile, en mi primer año. La noche del 10 y la madrugada del 11 nos quedamos en la escuela, porque nos concentrábamos ahí para defendernos de los ataques de la sedición. Era gente muy violenta, yo ya había sufrido intentos de agresiones por parte de Patria y Libertad. Después fui a estudiar a la casa de una amiga que era hija de un juez, porque el día 11 teníamos una prueba. Y nos desvelamos estudiando, hasta que en la mañana llegó su papá y nos dice que va a ir a La Moneda, porque había muerto Augusto “Perro” Olivares, el periodista, que era su amigo. Él no quería que me fuera de la casa, pero yo les expliqué que tenía que irme, para saber lo que pasaba con mi familia y con mis compañeros de partido.
Llamé a uno de mis hermanos, que me pidió que fuera a su casa, donde estaba su señora con su guagua, y botara todos sus papeles, porque podían allanarla luego. Yo estaba en Recoleta y me fui caminando a Avenida Perú, donde estaba su casa. Hicimos una fogata en su patio y quemamos todo. Como a las 11 de la mañana, llegó una persona que nos llevó en una citroneta a Ochagavía, que era el lado opuesto de Santiago.
Nos demoramos casi dos horas, porque Santiago era un caos. Había disparos y militares allanando colegios. Eran cerca de las tres de la tarde. Y dejé a mi cuñada y le dije “yo me voy. No importa que haya toque de queda, me voy a mi casa”. Cuando llegué a mi hogar, me enteré de la muerte de Allende.
Después, en la tarde, decidí ir a buscar a una amiga que vivía en la casa fiscal al lado de la Gobernación. Era la esposa del gobernador. Para llegar, pasé por sobre los techos de los vecinos. La encontré en la casa, sentada en el suelo. Me decía que no quería moverse de ahí, que iba a esperar a su marido, y yo trataba de explicarle que en cualquier momento podían venir los militares y detenerla. Después de varias horas, cuando se hizo de noche, pude convencerla y casi arrastrándonos salimos de esa casa. Ya en la calle, escuchamos una sirena de bomberos, decían por megáfono que había que estar dentro de las casas. Y después vimos, detrás del camión de bomberos, una camioneta con cuerpos, no sé si estaban vivos o muertos, apilados uno arriba del otro. Eso nunca lo voy a olvidar.
Recuerdo que en la noche nos juntamos con compañeros del MAPU en una casa que estaba abandonada, en construcción, y nos pusimos a hacer “miguelitos”, para tirar a la calle cuando pasaran los militares. En medio de la ingenuidad, pensábamos que podíamos enfrentar lo que venía. Así pasé la noche del 11 al 12 de septiembre.
2.- A pesar de que en ese momento no era dirigente sindical, sí conocía a muchos dirigentes de la CUT y de fábricas. Yo creo que la dictadura aniquiló todo poder de organización, toda la fuerza de los trabajadores. Los trabajadores se sentían dueños del poder, se sentían parte del gobierno. Y todo eso se destruyó.
Además, el miedo y la humillación que tuvieron que vivir los obreros fue inmensa. A los trabajadores, que vivían en las poblaciones en su mayoría, los militares los humillaban. Yo lo vi en mi población: a veces llegaban los militares y sacaban a todos los adultos de un block y después los hacían correr en la calle o en una cancha toda la mañana, agacharse, arrastrarse, se burlaban de ellos, se reían.
Óscar Olivos. En 1973 era estudiante. Actual presidente de la CAT
1.- En ese tiempo yo estaba estudiando Química en la Universidad de Chile, era dirigente estudiantil. Ese día me pilló en la facultad. Pero la verdad, es que yo no hablo mucho de este tema, porque para mí es muy doloroso y lamentable. Trato de no recordar estas cosas, sino mirar hacia adelante. Yo siempre prefiero hablar del presente y del futuro. Para mí, no es bueno meter el dedo en las heridas del pasado.
Me gusta pensar que esto ojalá nunca más pasará en Chile. En el país se perdió la institucionalidad democrática y culminó en un golpe de Estado que hizo que mucha gente desapareciera, muriera o fuera torturada.
2.- Indudablemente que uno de los sectores más perjudicados y vapuleados fue el movimiento sindical. Al sindicalismo lo hicieron desaparecer bruscamente, a través de una persecución violenta. Gran cantidad de dirigentes sindicales fueron desaparecidos, muchos fueron presos, exiliados y torturados. El movimiento sindical fue una de las grandes víctimas del golpe.
Recomponer el movimiento sindical fue bastante complejo. Yo pude aportar ahí un granito de arena, porque muchas personas trabajamos para recuperar el movimiento sindical en Chile. A mí me tocó ser parte de la Coordinadora Nacional Sindical, empezar a armar sindicatos, luchar por la democracia. No fue fácil trabajar para constituir sindicalismo fue un proceso lento y complejo, con grandes dirigentes, como Manuel Bustos y Tucapel Jiménez.
Actualmente, aún quedan resabios del miedo a organizarse entre los trabajadores. Ha costado mucho levantar el movimiento sindical, porque todavía hay mucho temor, persecución de los empresarios en contra de los trabajadores, por eso después de 40 años aún es difícil hacer sindicalismo en Chile.