El 25 de mayo recién pasado el ministro de Salud Jaime Mañalich indicó que “estamos testeando más de lo que se necesita y eso produce un efecto adverso”. En lo concreto, se refería al número de falsos positivos, pero no abordaba la oportunidad que esto representa para trazar y aislar casos confirmados, materia que ha sido el gran fallo en la estrategia sanitaria para el control efectivo de los brotes territoriales. Ayer, en un punto de prensa, el mismo ministro indicó: “Lo que hemos aprendido duramente en esta pandemia es que todos los ejercicios epidemiológicos, las fórmulas de proyección con las que yo mismo me seduje en enero, se han derrumbado como castillo de naipes”, no reflexionando sobre la muralla que levantaron a la participación de los actores de la sociedad civil organizada que ofrecieron cooperación, entre ellos nuestra Fenpruss, que ya el 20 de marzo advertía los errores en la estrategia de abordaje de la pandemia.
Confederación Nacional de Profesionales Universitarios de los Servicios de Salud Fenpruss
El escenario epidemiológico en Chile respecto al COVID-19 cambió radicalmente durante este mes. Las cifras son categóricas y, al día 26 de mayo, se reportan un total de 77.961 personas contagiadas, de las cuales 46.240 son casos activos, 1.029 están en unidades de cuidados intensivos, 229 están en estado critico y 806 personas, lamentablemente, han fallecido. La situación de los recintos asistenciales de salud en las regiones de Tarapacá, Antofagasta, Valparaíso y Metropolitana es compleja debido al aumento de la demanda y a la utilización de sus recursos disponibles para el soporte vital avanzado, llegando su ocupación en la región Metropolitana a ser del 97%, lo que se traduce, según la Sociedad Chilena de Medicina Intensiva, en el colapso de la red asistencial pública.
Este nuevo escenario epidemiológico no es producto solo de fallos de modelos matemáticos epidemiológicos, sino que tiene hitos concretos en decisiones erradas sobre las políticas públicas para prever y contener los efectos de la pandemia en lo sanitario, social, laboral y económico. Estas políticas se esmeraron en proteger ampliamente a los más privilegiados de nuestra sociedad y se acompañaron de discursos desafortunados de las autoridades de gobierno, que intentaban demostrar en cada punto de prensa lo bien que Chile estaba gestionando la crisis sanitaria y lo cerca que estábamos de la “nueva normalidad”.
El gobierno y sus ministros, pero especialmente el de Salud, dados los hechos de la realidad, han tenido que moderar su discurso triunfalista expresado a mediados de abril, pero no realizando una autocrítica sincera sobre su propio actuar político y mediático, sino que depositando la responsabilidad en el individuo. Así, han emplazado a las personas a regular sus conductas para reducir riesgos y desacelerar la propagación del virus, sin contemplar las medidas sociales necesarias para que éstas puedan mantener condiciones básicas de vida y seguridad social que les permitan sostener una cuarentena efectiva.
El ministro de Salud, en línea con este giro discursivo, refirió el jueves pasado que “los efectos negativos en la adhesión de las personas se deben a la falta de confianza de la ciudadanía en las autoridades para el combate del coronavirus”, la cual, cree él, se instaló tras el estallido social del pasado 18 de octubre, señalando sobre esto que “si bien es cierto que el brote de coronavirus ha puesto en paréntesis la crisis política de Chile, decirle a la gente que confíe en lo que el Estado le dice como conducta correcta es muy difícil“.
En nuestro programa “Aquí Fenpruss” del jueves 15 de mayo, Inés Guerrero, prosecretaria del Colegio Médico, apuntó con respecto al nuevo escenario epidemiológico que “la estrategia del gobierno para el control de la pandemia debe experimentar un replanteamiento radical si se pretende controlar de manera efectiva los brotes activos y dejar de seguir lamentando muertes”. Lo que refirió nuestra invitada va en línea con la dura critica que ese mismo día realizó la presidenta del Colmed, Izkia Siches, quien manifestó “que para mejorar la credibilidad y la gobernanza de la pandemia se requiere con urgencia mayor transparencia de los datos y cifras hacia la ciudadanía y los grupos de interés…pero no podemos seguir hablándole a una pared”.
Lo concreto es que la desconfianza tiene raíces más profundas. Los eventos de octubre de 2019 son su explosión. En la memoria colectiva sobre el actuar de la autoridad, representada en la figura del Presidente, pero especialmente en la del ministro de Salud en el pasado, es recordada su gestión en el primer mandato de Piñera para reducir las listas de espera de manera artificial. Esta conducta también la hemos observado en la actual gestión de la pandemia, por ejemplo, en la lógica de reportar los casos recuperados o en los datos informados a la Organización Mundial de la Salud sobre el total de contagiados, en la cual se buscan argumentos sin bases para maximizar ganancias mediáticas absurdas en una competencia sin sentido. Hoy está en juego la salud y la vida de las personas.
No hay duda de que estamos en un escenario sanitario complejo, donde día a día se tensionan a los establecimientos de salud para responder a la creciente demanda asistencial producto del coronavirus. Chile hoy ocupa el primer lugar en casos positivos por millón de habitantes. Los debates de los grupos expertos se centran hoy en el dilema sobre “la última cama”, mientras el gobierno relativiza esta complicada situación que afecta a los equipos de salud.
Si se pretende que mejore la confianza hacia ellos para ejercer un liderazgo efectivo, lo primero que deben hacer es derribar la pared que levantaron para excluir a una amplia gama de representantes de la sociedad civil, y en especial de los y las trabajadoras de la salud pública, de la discusión sobre las políticas públicas necesarias para enfrentar la pandemia. Necesitamos renovar el espíritu como quien enfrenta un gran desafío, uno difícil que requiere de largo aliento, pero lo más importante es un liderazgo honesto y transparente para concitar un amplio respaldo. Este cambio trascendental debe comenzar por el ministro de Salud y su equipo de trabajo, si realmente queremos evitar el colapso total de la red asistencial de salud.
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