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OPINIÓN El cierre de la planta de Maersk y la culpa de los sindicatos


talleres sindicalesOPINIÓN: “Una transnacional que busca condiciones de competitividad en mercados libres se instala en lugares donde las condiciones de informalidad y precariedad laboral le permiten trabajar con menores estándares de exigencia para maximizar su tasa de ganancia”.

Por Cristián González Santibáñez e Iván Saldías Barros, Talleres Sindicales.

Hace 10 años éramos asesores del Sindicato de Trabajadores de Cerámicas Cordillera, ahí se habían instalado técnicas de control de procesos, rescate del conocimiento de los trabajadores y “saber obrero”, una praxis bien gramsciana que le otorgaba poder al sindicato en la relación cotidiana con la empresa y en especial en los momentos de negociación. Esa fuerza sumada a un par de estratagemas legales bien urdidas nos permitió lograr contratos colectivos de primer nivel en la industria.

Cerámicas Cordillera es miembro de un grupo económico que forma parte de un conglomerado de empresas dedicadas a temas de vivienda, entre ellos Pizarreño, Ettersol y Ladrillos Princesa, todos de propiedad de la transnacional belga ETTEX.

El año 2008 el grupo decidió cerrar la planta productiva en Chile. La versión difundida en los circuitos empresariales culpaba al sindicato por haber elevado los costos hasta hacer a la empresa poco competitiva en Chile.

La historia era bien distinta:

– En esos años, la crisis por el precio del gas natural había causado daño a varias empresas locales, recuerden que en esos años de la matriz energética dependiente de los envíos de gas argentino y cómo sufrió la economía nacional cuando Menem empezó a cerrar la llave de paso.

– En esos mismos años los costos del trabajo eran especialmente bajos en los demás países productores de cerámicos en la región, merced a altas de tasas de informalidad y precariedad laboral.

– La apertura comercial chilena permitía que los mismos cerámicos que eran competencia de la producción nacional se vendieran en el mercado chileno a precios difíciles de competir.

Como consecuencia de todo lo anterior la transnacional decidió llevar su planta productiva a Perú, que tenía gas a un cuarto del valor que conseguía en Quilicura y fuerza de trabajo a un tercio de la que tenía en Chile, sin sindicatos ni contraparte organizada y desde donde podría seguir poniendo su mercadería en Chile con costo de internación equivalente a cero.

Recordamos que en medio de la eterna ronda de búsqueda de soluciones le exigimos al, entonces, ministro del Trabajo, Osvaldo Andrade, que el Estado asumiera su responsabilidad por el cierre de la planta productiva vinculada necesariamente a los efectos de la política de apertura y la falta de protecciones contra el dumping social subyacente. El Ministro se encogió de hombros. Las ayudas de subsidios, capacitación para la reconversión y otras promesas nunca llegaron.

En el caso de Maersk se ha leído una serie de comentarios que responsabilizan a los reclamos sindicales y a la huelga de octubre de 2017 como uno de los grandes responsables de la decisión de la empresa. La propia empresa en sus comunicados oficiales apunta a razones de comercio internacional (similar a Cordillera). Baja en la demanda internacional, niveles de productividad diversos en las plantas en China y un largo etc. ().

Los análisis especializados van en la misma línea, la responsabilidad no es de los sindicatos.

Hace un par de días el ministro del Trabajo, Nicolás Monckeberg dio una entrevista en radio Infinita,  donde dice que el caso de Maersk tiene que ver con elementos estructurales de la competencia internacional (similar a lo de Cordillera hace 10 años), para aterrizar en reclamar que tenemos en algunas empresas costos de mano de obra que son poco competitivos y reclamar que hay contratos colectivos que son desproporcionados. En su entrevista ni una sola palabra para los vergonzosos costos de mano de obra en China que hacen inviable la competencia.

El caso es similar (y hasta puede resultar similar a las empresas nórdicas que vinieron a explotar salmones en Chiloé). Una transnacional que busca condiciones de competitividad en mercados libres se instala en lugares donde las condiciones de informalidad y precariedad laboral le permiten trabajar con menores estándares de exigencia para maximizar su tasa de ganancia. En ETTEX y en Maersk es más fácil salir del espacio laboralmente protegido de la CEE para buscar producción más barata en mercados más abiertos. La excusa es simple: la tasa de ganancia.

Vamos a ver cómo sigue la ofensiva antisindical, igual que hace 10 años…