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De los niños obreros a las “que ayudan para la casa”: cómo persiste el trabajo infantil en Chile


trabajo-infantil1REPORTAJE: Aunque en el contexto latinoamericano Chile es uno de los países con menos población infantil trabajadora, datos oficiales del ministerio del Trabajo señalan que en 2017 unos 220 mil niños de entre 9 y 17 años trabajaban. Y no lo hacen en cualquier rubro.

Por Antonia Orellana

Según el informe de la Estrategia Nacional contra el Trabajo Infantil de 2015 el tipo de labor que desempeñan depende de muchos factores. Por ejemplo, dada la repartición de roles en una sociedad machista como la chilena, el 26% de los niños, niñas y adolescentes entre 15 y 17 años realizan labores de cuidado, y la mayoría son niñas. Las personas a su cargo pueden ser también menores de edad como ellos, enfermos o ancianos, según los datos que entregó el Ministerio del Trabajo el último Día Internacional contra el trabajo infantil. Así, los estereotipos de género también corren para los varones, ya que son ellos los que en mayor parte se dedican a labores que exigen más esfuerzo o riesgo físico fuera del hogar. Una cuestión que se ha repetido a lo largo de la historia.

Las fuertes raíces del trabajo infantil en Chile

Hasta la década de los ‘90 ver a niños y niñas trabajando era algo totalmente normal y aceptado. En Evidencias de una líder (LOM, 2012) la dirigente sindical del Sindicato de Trabajadoras de Casa Particular, Aida Moreno, recuerda que sus afiliadas llegaban a las grandes ciudades al menos desde los diez años.

Así, por ejemplo, existen amplios registros históricos que se extienden a las sociedades pre coloniales sobre la obligación de las y los niños de trabajar en los oficios de sus padres en el Imperio Inca, o sobre el uso de niños y niñas indígenas como mano de obra esclava en las encomiendas. Fue precisamente esto lo que motivó al fraile dominico Bartolomé De las Casas a abogar por una norma llamada “Tasa de Santillán” en 1558 que, aunque no eliminó el abuso indígena de la encomienda, buscó eximir de este a las y los menores de 18 años.

Distintos estudios históricos muestran que el trabajo infantil fue sucesivamente tolerado y luego prohibido en distintas industrias en el Chile del siglo 19 y 20. En el caso de la industria minera, por ejemplo, el Código de Minería de 1874 prohibió emplear al interior de las minas a mujeres o niños menores de 12 años. En 1888 una nueva ley volvió a permitir el trabajo infantil en faenas mineras, pero en 1919 se fijaron límites de edad para las labores especialmente pesadas y en 1924 se restringió el acceso de niñas y niños al trabajo subterráneo.

La Declaración de los Derechos del Niño de 1924 fue cambiando progresivamente este enfoque junto con la expansión de la educación pública y el lento avance de su cobertura hacia todo el país durante los gobiernos del Frente Popular (1936-1941). El proceso de industrialización del país sistematizó faenas que antes eran informales, como el caso de la automatización en la producción del vidrio o la importación de máquinas lavadoras, lo que provocó también que el trabajo infantil fuera desplazándose hacia sectores menos regulados como el comercio ambulante, el trabajo doméstico -especialmente en el caso de las niñas-, vendedores de diarios, lustrabotas y más.

Y aunque en las décadas del ‘60 y ‘70 se avanzó especialmente con los gobiernos de Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende, el empobrecimiento general y estancamiento de los salarios en dictadura a partir de 1978, agudizado con la crisis de 1982, modificó la forma en que se vive el trabajo infantil en Chile hasta hoy. Desde entonces es una forma de complementar el bajo sueldo, volatilidad del trabajo adulto o bien de hacerse cargo del hogar por la extensa jornada de los padres.

Fotografía: Agencia UNO

“Cuando los niños trabajan es porque el sueldo de los adultos no alcanza”

A nivel general, los niños y niñas se desempeñan en el comercio (almacenes familiares, ferias libres, mercados) como vendedores ambulantes y en el sector agrícola. Lo anterior, a pesar de que la legislación chilena prohíbe el trabajo de menores de 15 años y establece que entre los 15 y 18 años de edad pueden trabajar siempre y cuando cuenten con una autorización legal, no tengan que interrumpir sus estudios y no se expongan a tareas peligrosas.

El 12 de junio pasado el Ministro del Trabajo Nicolás Monckeberg participó del lanzamiento de la nueva edición del “Proyecto Empleabilidad de familias de niños, niñas y adolescentes trabajadores”, iniciativa que busca entregar herramientas de capacitación en habilidades blandas y en oficios para que adultos, cuyos hijos o menores de edad a cargo trabajan, puedan conseguir empleo estable.

Este proyecto es realizado por la Vicaría Pastoral Social del Arzobispado de Santiago, quien desde 1996, ha contribuido a la erradicación progresiva del trabajo infantil, acompañado a más de 10.500 niños y niñas y sus familias en estos 22 años de trayectoria. Su coordinadora, Mónica Ruiz, explica que “se reconoce como una de las causas del trabajo infantil la  precarización laboral, la deficiente escolarización y/o capacitación de los adultos, que conlleva a un mayor riesgo de desarrollar en las familias situaciones de subsistencia familiar, donde el niño, niña y adolescente apoya a sus familias a través de la contribución de ingresos complementarios. Por eso hemos transformado la estrategia estos últimos años, llegado a la empleabilidad y la capacitación en oficio”.

Según Ruiz, hay que mejorar las condiciones laborales de todas aquellas familias donde haya presencia de trabajo infantil, ya que el tener una capacitación en un oficio podrán optar a empleos dependientes, estables en el tiempo y con ingresos fijos que les permita mejorar la calidad de vida de toda su familia y erradicar el trabajo infantil de éstas.

“Es fundamental un modelo integral de intervención, donde se aborden distintas aristas. Sensibilizacion y concientizacion a las familias, trabajo directo con los niños y niñas para que sean conscientes de lo que significa ser niño/a trabajador. Asimismo, es fundamental el trabajo articulado con las redes locales. Todo este proceso acompañado por una dupla psicosocial, que dé contención y acoja, acompañando no desde el juzgar sino entendiendo el contexto de estas familias”.

Las cifras

Las cifras recopiladas por el Ministerio del Trabajo y Previsión Social en el informe de la Estrategia nacional para la erradicación del trabajo infantil y protección del adolescente trabajador 2015-2025  “Crecer Felices” son reveladoras de las causas que motivan el trabajo infantil. Si bien hay un 97,7% que asiste a clases y trabaja, la educación de los padres es algo que repercute directamente en la decisión de los más jóvenes de salir a trabajar.

Por ejemplo, entre 8 y 9 años de escolaridad tienen los o las jefes de hogar con niños trabajando versus un 10,4 de escolaridad en hogares donde no. En los hogares donde hay trabajo infantil un 19% de los o las jefes de hogar terminaron la educación media a diferencia del 29% en los que no hay.

Pero la diferencia se dispara entre mujeres: en los hogares con trabajo infantil un 37% de las madres terminó el colegio o más, pero en las familias sin trabajo infantil esa cifra llega a 60%, casi el doble.

Los impactos en estudio también están cuantificados. La ausencia escolar sube nueve puntos entre los que trabajan y los que no (de 89% a 98%), cifra que sube a 11 puntos en áreas rurales.

Entre los adolescentes de 15 a 17 años que trabajan la inasistencia llega a 18% y en cuanto a rendimiento educativo, el 41% de los niños con trabajo infantil se tienen calificaciones regulares, bajas o muy bajas, agravándose en niños y niñas más pequeños y pobres.

Y eso redunda en las expectativas: la mayoría desea terminar cuarto medio, pero quienes estudian pretender seguir haciéndolo mientras que quienes trabajan prefieren continuar trabajando.

Cuando las niñas, niños y adolescentes están en riesgo grave

Otra de las aristas tiene que ver con la protección de derechos, ya que se entiende que las y los niños trabajadores ven vulnerados sus derechos y se exponen a potenciales vulneraciones más graves. Esto, sin contar aquellas situaciones categorizadas por la OIT como las “peores formas de trabajo infantil”: la servidumbre por deudas de los adultos, la trata para explotación comercial o sexual, el trabajo forzoso, mendicidad organizada, trabajos insalubres y la participación en actividades ilícitas como la producción y comercialización de estupefacientes.

Desde la ONG Raíces, Denisse Araya señala que “nosotros nos negamos a hablar de la explotación sexual, la participación de niños en narcotráfico o la mendicidad como formas de trabajo infantil, porque en definitiva quien usufructúa ahí es un adulto y son formas de esclavitud”.

En el caso de la explotación sexual infantil, los reportes de la Policía de Investigaciones (PDI) señalan sus víctimas son mayoritariamente niñas y adolescentes mujeres, de entre 14 y 17 años. Para identificar y perseguir este delito la PDI ha creado el “Proyecto Vigías”, donde a través de capacitación y formación a trabajadores de la industria hotelera y turística se busca aumentar las denuncias ante estos crímenes. Esto, ya que el trabajo policial ha identificado esos espacios como lugares donde se despliega la explotación sexual infantil.

Fotografía: Agencia UNO

Otra creciente preocupación es la de las y los niños trabajadores migrantes. Gracias al trabajo de las Unidades Regionales de Atención a Víctimas y Testigos (URAVIT) del Ministerio Público, recientemente se investigó y sancionó el caso de diez personas ecuatorianas que habían sido víctimas de trata laboral. De ellos, siete eran menores de 18 años. Todos venían de una pequeña localidad rural de Ecuador, Otavalo, y llegaron a Chile a desempeñarse en el comercio ambulante, desde donde fueron rescatados y atendidos gracias a las denuncias de ciudadanos que observaron su situación de descuido y maltrato. Y si bien estos han sido los únicos casos hasta el momento, la posibilidad de que se repita está siendo observada.

“En tribunales los tratantes indican que esto es parte de su cultura. Pero lo que hay es una manipulación de esa situación cultural que usan a su beneficio, porque todas las ganancias de las ventas solo abultaban sus cuentas bancarias” señaló la fiscal de Punta Arenas, Wendoline Acuña, luego de procesar a los responsables de la trata y explotación de tres niñas.

Pese a tener diferencias con la idea de que estos delitos sean catalogados como “peores formas” de trabajo infantil, Denisse Araya de la ONG Raíces explica que su persistencia se debe en buena parte a la pasividad y tolerancia que se tiene colectivamente respecto a esta situación. “En la práctica estos niños, niñas y adolescentes víctimas de explotación sexual o mendicidad caen en la invisibilidad porque la propia sociedad decide mirar para el lado”, denuncia.

¿Cómo erradicar el trabajo infantil?

Para los casos en que el trabajo infantil no constituye delito penal existen estrategias de erradicación del trabajo infantil otorgándole trabajos más seguros a los adultos o con programas de acompañamiento. Una de ellas es el realizado por la Vicaría de la Pastoral Social  (VPSC) durante 20 años (1996-2016) en los territorios de mayor riesgo social de las comunas de Santiago acompañando a unos 10.500 niños y niñas y orientándolos a seguir estudiando, a reducir sus horas de trabajo y a vincularse con otros niños y niñas trabajadores para aprenden de sus derechos.

El Programa de Empleabilidad de Familias de Niños Trabajadores es una estrategia única en Chile y Latinoamérica, y se encuentra enlazada a la institucionalidad estatal de protección a la infancia a través del Comité Nacional Asesor para la Erradicación del Trabajo Infantil y Adolescente Protegido, creado en 2014.

Esta se creó en el marco del memorándum de entendimiento suscrito en 1996 entre el gobierno y la Organización Internacional del Trabajo, para la Implementación del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil. Actualmente la integran la Central Unitaria de Trabajadores, la Vicaría de la Pastoral Social, la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS) y la Fundación Ciudad del Niño, entre otros.

trabajo_infantil-1-1El proceso, según el informe emanado por la Vicaría en 2014, arrojó que los niños y niñas valoraban sus trabajos por permitirles generar ingresos para sus gastos personales o para aportar a su familia, porque la situación económica en sus hogares era inestable y a veces no les alcanzaba para llegar a fin de mes. Por eso, aportar o liberar de sus propios gastos a la familia es un poderoso argumento para seguir trabajando.

El 3 de agosto pasado 58 adultos se certificaron en oficios como manipulación de alimentos, manejo de bodega y servicios de venta al alero del programa. En esa ocasión el Subsecretario del Trabajo, Fernando Arab, señaló que “Creemos que este programa va en la línea correcta de incorporar formalmente al mercado del trabajo a los familiares y padres de niños, niñas y adolescentes  y con eso poder optar a que los chicos salgan del trabajo infantil. Las estadísticas muestran que dos tercios de quienes se capacitan sus hijos salen del trabajo infantil”.

Sin embargo, y a pesar del aprendizaje y autonomía que obtienen con el trabajo, muchos se exponen a accidentes laborales o situaciones de riesgo, además de tener dificultades para cumplir con las obligaciones escolares dada la alta carga laboral, el cansancio y el poco tiempo para dedicar a estudiar.

Y acá se identifican al menos dos grupos grandes: los de niños y niñas menores de 15 años y de mayores de esa edad. El primer grupo se caracteriza por trabajar en su mayoría con sus propias familias, lo que implica intervenir en la dinámica familiar e informar para que los adultos responsables sean también garantes de derecho. Muchas veces, dice el informe, no se respetan tiempos de recreación, descanso o estudio.

Para el segundo grupo, de mayores de 15 años, los problemas se dan por las extensas jornadas que realizan y la inexistencia de contratos, lo que promueve aún más la explotación laboral. En este rango es fundamental una vinculación con familias y/o empleadores porque en estas situaciones se vulneran derechos de niños, niñas y adolescentes más los derechos laborales.

“La sensibilización y la toma de conciencia han hecho un cambio en la mirada de la gente sobre el trabajo infantil. Cuando les preguntas a papás de niños trabajadores ellos también lo fueron, es muy recurrente y son trayectorias que se arrastran por varias generaciones”, dice Mónica Ruiz desde el Programa de Empleabilidad, enfatizando en que la intervención integral y sin prejuicios es el mejor enfoque, según lo ha demostrado su iniciativa en la práctica.