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Columna de opinión: Trabajo informal


En el contexto del mes del trabajo, Marcela Torres Acuña, abogada laboralista, Presidenta Nacional de la Asociación Nacional de Funcionarios y Profesionales de la Corporación de Asistencia Judicial de la Región Metropolitana (AFUNPRO), ex directora de la Asociación Gremial de Abogadas y Abogados laboralistas de Chile AGAL CHILE y actual asociada de dicha gremial, analiza el trabajo informal en Chile 2022.

La informalidad laboral

La informalidad laboral[1] es una cuestión estructural que afecta tanto a hombres como a mujeres, sin embargo, es a estas últimas a quienes más impacta.

Marcela Torres Acuña, abogada laboralista, Presidenta Nacional de AFUNPRO, ex directora de la Asociación Gremial de Abogadas y Abogados laboralistas de Chile AGAL CHILE, y actual asociada de dicha gremial

Abogada laborista Marcela Torres Acuña

La tasa de ocupación informal, según datos del INE en Boletín estadístico de febrero de 2022, en el trimestre octubre-diciembre de 2021, alcanzó 28,3%, creciendo 1,3 pp. en doce meses, debido a que la expansión de los ocupados informales (13,3%) fue mayor que la registrada por el total de ocupados (8,1%). La variación positiva de los ocupados informales, según sexo, fue influida tanto por las mujeres (21,9%) como por los hombres (7,4%). En el mismo período, la tasa de ocupación informal femenina fue 29,6% y la masculina, 27,3%, con variaciones de 2,5 pp. y 0,4 pp., respectivamente[2].

Si bien, en el último tiempo ha existido una trasformación con relación al rol de la mujer en sociedad, lo que ha significado su irrupción en los ámbitos de poder, en lo público y en la asunción de responsabilidades en labores productivas, -que van más allá de las labores de cuidado y domésticas-, la situación de la mujer en el acceso al mercado laboral con relación al hombre sigue siendo de clara desigualdad, debido a la división sexual del trabajo que, según las construcciones y roles que se asignan culturalmente y  están establecidos en consideración a aquello que se considera socialmente  apropiado para cada sexo,  se ha traducido en relaciones jerárquicas de desigualdad y de poder, lo que se erige como una de las bases sobre las que se estructura esta división social del trabajo y, de forma específica, en las actividades “feminizadas”.

Es así como el trabajo doméstico y de cuidados ha recaído principalmente sobre los hombros de las mujeres no remunerándolo e invisibilizándolo, siendo la mujer la que tiene mayores probabilidades de ocupación en empleos informales o en sectores económicos de menor productividad, entre otras, trabajadoras de casa particular, vendedoras ambulantes, limpiadoras, camareras, recolectoras y recicladoras de residuos, trabajadoras de la construcción y jornaleras.

Si bien el trabajo en la economía informal puede revestir varias formas, las mujeres tienden a emplearse o a desarrollar una actividad en las ocupaciones más vulnerables y peor pagadas. Estas actividades, que pueden ser por ejemplo la asistencia y cuidado de personas mayores (tareas eminentemente feminizadas, como ya se indicó) o las tareas en pequeños negocios familiares, (como kioscos, restaurantes etc.), se producen con mayor frecuencia en épocas de crisis. Es así como ocurrió en pandemia, donde se acentuaron estas brechas y se relevó la problemática de la informalidad laboral y la invisibilización de los cuidados. Podemos afirmar, que el trabajo informal se nutre principalmente de fuerza laboral femenina, afianzando la división sexista del trabajo en un esquema de familia patriarcal en que la mujer no logra su autonomía por falta de oportunidades en condiciones laborales precarias y bajos sueldos.

Al trabajar en la economía informal, (o sumergida, como se la denomina), las mujeres carecen de la protección y acceso a prestaciones de seguridad social, a subsidios por enfermedades, y cobertura de la legislación nacional exponiéndose a condiciones insegura. Esta desprotección además implica que este trabajo no queda regulado ni fiscalizado por organismo alguno.

El principal desafío para ir avanzando en una economía formal y trabajo femenino regulado es combinar políticas públicas que respondan a la diversidad de factores y características determinantes de la informalidad; supervisar con datos estadísticos y estudios el avance hacia la formalización, pero, por sobre todo, que estas acciones vayan encaminadas a combatir las desigualdades de origen que de esto derivan y a eliminar estos roles impuestos a las mujeres, quienes siguen  cargando con el trabajo doméstico y de cuidados, pero principalmente en  promover la igualdad de género a través del empoderamiento de aquellas que trabajan en la economía informal.

[1] La informalidad laboral alude a todas las actividades económicas y ocupaciones que -en la legislación o en la práctica- no están cubiertas o están insuficientemente contempladas por sistemas formales (OIT, 2012)

[2] BOLETÍN ESTADÍSTICO: INFORMALIDAD LABORAL 17, 93 de febrero de 2022