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Flor Cifuentes: la alegre asistente de andén


ENTREVISTA: Flor Cifuentes Cárdenas tiene 48 años y es madre de dos hijas. Se desempeña como asistente de andén en el Metro de Santiago, un trabajo bastante particular y que nació debido al aumento explosivo por parte de los usuarios del tren subterráneo, luego de que se pusiera en marcha el transantiago.

Por: Francisco Morón M. 

Es común, sobre todo en las horas peak, ver a una o dos personas con una chaqueta fluorescente, caminando por el borde de los andenes en las estaciones del Metro de Santiago. Son los denominados asistentes de andén, quienes a diario deben lidiar con las aglomeraciones y el stress de las personas. Quizás hace algunos años atrás este trabajo era impensado, pero hoy y debido a la gran demanda que presenta el tren subterráneo, la labor de estos trabajadores es sumamente importante y necesaria.

“Vamos vamos chiquillos que van a llegar tarde”, “cámbienme la carita señores, con más alegría”, “no traspasen la línea amarilla, que no quiero que nada malo les pase”, son frases que se escuchan todas las mañanas y que vienen de Flor Cifuentes. Esta mujer lleva cerca de 3 años trabajando como asistente de andén. Ha pasado por varias estaciones pero hoy se encuentra desarrollando su labor en Ñuble de la línea 5. Desde las 6:30 a.m. se instala en el andén, pero claramente no es como todas las personas que trabajan en seguridad. Ella se preocupa de ser atenta con los usuarios del metro, saluda a quien entre a la estación sin importarle que le respondan. También llama la atención su particular forma de cuidar a los pasajeros. Lo que más le molesta es que traspasen la línea amarilla que separa el andén con las líneas férreas. Esta mujer ya es todo un personaje en la estación Ñuble, no solamente por su simpatía, sino que también por la dedicación y cariño que le tiene a su diaria labor.

¿En qué consiste el trabajo de un asistente de andén?

Yo entro a mi trabajo a las 7 de la mañana y me instalo en el andén de la estación. Mi misión es cuidar que la gente no traspase la línea amarilla porque cuando viene el tren, el conductor los ve muy encima y puede ser peligroso, además que se pueden caer y provocar un gran accidente. También yo tengo que asistir a la gente de la tercera edad, embarazadas y niños,  ya sea ayudándolos a entrar a los vagones o respondiendo algún tipo de consulta. En resumen tengo que estar siempre pendiente de que no ocurra un accidente y que la gente esté conforme con el servicio. Yo me siento la mamá de todas las personas que están esperando el tren, de mi depende su seguridad.

¿Y le gusta su trabajo?

La verdad es que sí, a mí me encanta lo que hago, además lo paso bien. La gente me saluda, me dice “hola capitán” y cosas así. Además me encanta ser cordial e intento subirles el ánimo a las personas que vienen con sueño. Yo el día lunes me levanto feliz porque sé que voy a estar con gente, voy a ver caras largas, caras simpáticas y eso como que me ayuda a desestresarme. Ya pasada las 10 de la mañana, se me agotan las pilas y ya no hablo tanto con la gente. Sólo los buenos días como corresponde pero nada más. Me hace feliz que la gente aprecie mi trabajo, que algunas veces me agradezcan por estar cuidándolos y por la información que les doy. Yo creo que si me llegaran a despedir, sería tan triste para mí, porque realmente soy feliz en lo que hago. Además necesito el dinero para poder mantener a mis hijas.

¿Cómo lo hace para estar siempre alegre y que otros problemas no afecten tu labor?

Como a mí me gusta mi trabajo, yo me desestreso haciéndolo. Además tengo que estar siempre atenta ante cualquier emergencia. No puedo andar preocupada de otras cosas ni menos volando. Reconozco que cuando termina la hora punta, y ya tengo un poco más de relajo, me vuelven mis problemas. Nuestro instructor nos dice que nosotros estamos en un trabajo muy peligroso, por lo que imagínense yo estoy pendiente de otra cosa: pasa el tren y me caigo a las vías. Los problemas se quedan en la casa.

¿Qué ha sido lo que más le ha costado en este trabajo?

Cuando recién ingresé el pararme en el andén delante de las personas, fue algo que de primera a mí me daba tanto miedo que temblaba. Una compañera me dijo que tenía que tener cuidado y confianza, yo miraba para abajo y ya veía que el tren me atropellaba, pero el tiempo ha ido pasando y tengo más confianza. Eso sí, siempre atenta a donde uno pisa y por dónde camino.

¿Me imagino que no todo debe ser positivo, ¿alguna mala experiencia que haya tenido?

Gracias a Dios hasta el momento no me ha tocado nada tan grave como a otros compañeros, pero claro, hay días que no son tan buenos. Sobre todo cuando la gente se altera y se enoja con uno. Por ejemplo una vez un caballero sacó el brazo del tren y la puerta casi se lo apretó. Después la agarró conmigo y me empezó a gritar e insultar que cómo yo no había detenido el tren. Le expliqué que la luz de advertencia de cierre de puertas había sonado y el igual había decidido sacar el brazo, entonces ¿qué más puedo hacer yo? Menos mal que estaba mi jefa cerca y ella logró calmar un poco la situación, porque el hombre estaba descontrolado.

¿Qué le gustaría decirle a los usuarios del metro para que entiendan su labor?

Bueno, primero que todo, yo dependo de las personas que llegan a diario al metro y les doy las gracias, porque si no estuvieran, yo no tendría este trabajo. Por otro lado me gustaría que supieran que si me hacen caso, se están cuidando a ellos mismos y también me están cuidando a mí. Yo creo que nadie quisiera tener un accidente por tenerlo. Por eso aunque tengan sueño o anden con los monos, siempre estén atentos y sigan las instrucciones que les damos. Hay gente que va en la luna o simplemente es descuidada; mamaderas, celulares, cámaras de fotos y hasta un skate, se han caído a las vías del tren producto del descuido de la gente. Mi mensaje es que respeten las normas, estén atentos y que entiendan que todo lo que hago yo y mis compañeros, es por la seguridad de ustedes.