La crisis migratoria en el norte de Chile nos impulsa una vez más a actuar y reflexionar sobre un gran desafío que se impone desde el fenómeno de la globalización. Cuando hablamos de esta no solo nos referimos al mundo que se hace cada vez más pequeño y presente por el aumento del flujo de las informaciones o el comercio en la red, por citar unos ejemplos, sino a la posibilidad de desplazamiento en busca de mejores condiciones de vida mostrando el drama humano que muchos viven en sus países de origen.
Se abre paso así al encuentro entre dos pueblos y culturas que no siempre se realiza de manera pacífica y plena. Es el llamado a construir un “gran nosotros”.
Este fenómeno del desplazamiento humano se considera tan antiguo como la humanidad, pero los derechos que lo rodean son desarrollados solamente en el último tiempo. Quiero proponerte tres miradas sobre un fenómeno “donde no hay recetas mágicas” como decía S. Juan Pablo II.
Hay un primer derecho propuesto por el magisterio y es el derecho a “no migrar” proclamado por el papa Juan Pablo II y sostenido por el Papa Francisco en Fratelli Tutti (FT).
Esto nos invita a mirar las razones de por qué una población se ve obligada a abandonar su tierra y la grave injusticia que se vive allí. Normalmente son la violencia instaurada por una dictadura, la pobreza o las guerras.
Una segunda mirada es sobre el derecho de las personas a migrar buscando mejores oportunidades. Este recién ha sido propuesto por la Santa Sede el año 2018 y aceptado por 150 países. Hay mucho camino que recorrer todavía para que madure y sea aceptado por todas las naciones incluyendo la nuestra. Es el llamado a construir un “gran nosotros” saliendo de nuestros pequeños esquemas.
La tercera propuesta, con una fuerte carga pastoral para nosotros, apunta a la forma en que se debe acoger a las personas iniciando un proceso de integración respetando la dignidad de cada una. El Papa Francisco lo ilumina con cuatro verbos:
“Nuestros esfuerzos ante las personas migrantes que llegan pueden resumirse en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar. Porque «no se trata de dejar caer desde arriba programas de asistencia social sino de recorrer juntos un camino a través de estas cuatro acciones, para construir ciudades y países que, al tiempo que conservan sus respectivas identidades culturales y religiosas, estén abiertos a las diferencias y sepan cómo valorarlas en nombre de la fraternidad humana” (FT 129).
Estos cuatro verbos deben seguir iluminando nuestro camino en el desarrollo de los trabajos en favor de los migrantes y llegar a impregnar las políticas públicas. Solo así nos preparamos para responder a Jesús el Señor que nos preguntará: “¿estaba sin techo, me alojaste? (Mt 25).
Padre Jaime Tocornal Vial, vicario de la Pastoral Social Caritas