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Patricia Coñomán: “Necesitamos visibilizar a las mujeres trabajadoras textiles”


ENTREVISTA: La dirigenta del mundo textil dejó los sindicatos de fábricas para dedicarse completamente a la formación y educación de las trabajadoras a domicilio, quienes laboran para grandes cadenas del retail realizando uniformes y ropa por encargo. Un oficio al que se dedican cerca de 500 mil mujeres en Chile, que según Coñomán, no tuvieron otra opción que ejercer este trabajo para subsistir.

[Santiago, 6 de Octubre de 2013] “Mi nombre es Patricia Coñomán, soy mapuche, mi apellido significa ‘moño de cóndor’ en mapudungún. Siempre explico esto, porque estoy orgullosa de mis raíces”. Con estas palabras se presenta Patricia, dirigente sindical de la Contextil (Confederación Textil) desde hace más de veinte años. Madre de tres hijas, militante comunista, viuda de un sindicalista asesinado en dictadura, trabajó como dirigenta en fábricas textiles durante años, así como también en la Central Unitaria de Trabajadores durante la década de los noventas.

Tras estudiar en la Escuela de Sastres a fines de los años setentas, Coñomán aprendió rápidamente a usar máquinas industriales de empresas textiles, lo que le permitió trabajar como “comodín”, realizando diversas labores en las fábricas. Su trabajo y su experiencia le permitieron ejercer como dirigente sindical en Incasar durante los ochentas hasta la quiebra de la empresa, en 1992. Desde esos años se dedicó medio tiempo a su trabajo y otro medio tiempo a su labor gremial, hasta hace un año, cuando voluntariamente dejó su cargo en Contextil.

Actualmente, así como el cóndor que lleva su nombre, Patricia ha tomado vuelo en una dirección más alta y ambiciosa: está decidida a organizar a las trabajadoras textiles de todo Chile que trabajan en sus domicilios. A través del trabajo de su tesis como Trabajadora Social, que está realizando estos meses, sumado a un proyecto de Fundación Alquimia que ganó, ha viajado por el país educando a estas trabajadoras y formando sindicatos. Calcula que son 500 mil las mujeres que realizan este oficio y que transforman su comedor en una pequeña fábrica.

“Ellas no tienen ningún acceso a seguridad social, no es una empleadora directa del empresario, todo es de palabra. Su pago se conversa, no hay contrato, y generalmente es más bajo que el pago de las fábricas. Lo que necesitamos ahora es visibilizar a estas mujeres y su labor”, cuenta Patricia.

¿Cómo llegó a trabajar en este tema?

Cuando empecé a hacer una pre tesis de mi carrera de Trabajo Social, tenía interés en hacerlo sobre el mundo sindical. Pero al poco tiempo de empezar a trabajar en dicho tema, llegó a Contextil la oportunidad de postular a un proyecto sobre mujeres que financia la Fundación Alquimia. Y ahí yo concurso y me gano el proyecto. Y Alquimia me plantea la pregunta sobre qué pasa con las trabajadoras textiles a domicilio. Con ese cuestionamiento, me pongo a investigar para mi tesis sobre el tema y me encuentro con otra realidad distinta a la de las fábricas. Y veo que estas mujeres están invisibilizadas y cómo se forman verdaderas cadenas de producción en las poblaciones. Conociendo estos datos, yo cambié el tema de mi tesis y lo enfoqué en estos casos, porque estas mujeres no existen ni para el Código del Trabajo. Ellas existían en la legislación hasta el Código del Trabajo que hizo José Piñera.

¿Cómo es el trabajo que realizan las mujeres con las que trabaja?

A la trabajadora a domicilio las grandes cadenas de ropa y grandes fábricas le llevan telas para elaborar ropa o parte de una vestimenta. Porque las tiendas del retail, por ejemplo, lo que venden en sus locales viene de china, pero en Chile tienen diferentes nichos de producción, por ejemplo, les confeccionan uniformes a empresas. Ellos ganan licitaciones y tienen pequeños talleres, con estas mujeres que te indico, que cortan y arman la ropa que luego se entrega a las empresas. Además, existen los enganchadores de trabajo, que reclutan a mujeres en una población, y que genera que funcione como una fábrica: en una cuadra de una población se hace un puño de camisa, en otra cuadra se corta la camisa, en otra se ponen los botones, y así. Y se forma una cadena de producción en un barrio o territorio.

Estas trabajadoras ocupan su living comedor como fábrica. Y ellas no tienen ningún acceso a seguridad social, no es una empleadora directa del empresario, todo es de palabra. Las empresas apenas dan las especificaciones técnicas y generalmente ponen plazos cortos para que ella termine su trabajo, de un par de días. El pago de ellas se conversa, no hay contrato, y generalmente es más bajo que el pago de las fábricas.

Lo que necesitamos ahora es visibilizar a estas mujeres y su labor. Es así como con Alquimia hemos podido generar propaganda enfocada en ellas, hacer charlas y enseñar a estas mujeres que tienen derechos.
Nosotras hemos visto que este trabajo sí puede existir de manera legal, por ejemplo, existe el convenio 177 de la OIT sobre el trabajo a domicilio y su regulación.

¿Ellas tienen consciencia de que son trabajadoras?

En muchos casos no. Porque además, hay programas de políticas públicas dirigidos a las trabajadoras, donde se facilitan los talleres de este tipo y les dan personalidad jurídica, pero las amarran a los trabajos de las propias municipalidades, no pueden hacer otras cosas. Y les dicen que son microempresarias o emprendedoras, les dan dinero para comprar una máquina de coser, pero sólo trabajan las cosas que la municipalidad les pide. Entonces, es una independencia falsa.

Y es una realidad perversa, así ha funcionado el modelo. Nuestro objetivo es organizarlas y que tengan sus sindicatos de trabajadoras textiles a domicilio, ligarlas a los sindicatos textiles de fábricas, poder uniformar las tarifas de los trabajadores de fábricas con las de estas trabajadoras y que ellas apoyen las huelgas de la industria, para que así no sean parte del reemplazo que ejerce la empresa durante las movilizaciones.

¿Y cómo han avanzado en su trabajo de organizar sindicatos?

En Santiago ya hay dos organizaciones de trabajadoras textiles a domicilio constituidas. Una está en Pedro Aguirre Cerda, y otra llamada “Hilando sueños”, en Lo Prado. La idea nuestra es organizarlas a través de la misma cadena de producción, es decir, de forma territorial, porque esa es “su fábrica”, es así como las dividen las empresas a las que trabajan.

Esta es una nueva forma de hacer un sindicato, porque además involucras en la organización a la población de ese lugar. Y eso les permite, por ejemplo, que exijan su derecho a tener guarderías y salas cunas cerca de sus casas, para poder trabajar.

Por ahora estamos formando sindicatos territoriales, ya hay en la Cuarta Región y pronto viajaremos al sur de Chile. Por ahora estamos hablando, en un principio, de 200 personas que ya están organizadas. Pero estamos recién comenzando.

¿De qué manera planean ustedes negociar de manera colectiva? Porque el formar varios sindicatos, va a generar que haya muchas organizaciones con distintas visiones al momento de negociar.

Lo que creemos es que posteriormente hay que formar una federación de sindicatos de trabajadoras textiles a domicilio, que se afilie a Contextil y por ende, a la CUT. Y en eso estamos hoy día.

Una de las cosas que nos hemos propuesto es hacer los sindicatos con gente real, no queremos gente de papel.

¿Qué reacción han tenido de las trabajadoras con las que han hablado? ¿Qué les parece este proyecto?

Al principio las mujeres le tienen miedo a los sindicatos, creen que es lo mismo que un partido político. Nosotros no negamos que creemos que los sindicatos tienen que politizarse, pero no llegamos a decirles eso, creemos que es un proceso que se va dando naturalmente. Después de que pasa el miedo, la recepción mejora mucho.

¿Qué otro tipo de labor textil existe en Chile? Porque muchos asocian este trabajo a la costurera del barrio…

Nos hemos dado cuenta que existen otras trabajadoras textiles a domicilio. Una es la costurera que le hace la basta o las costuras a sus vecinos y que vive de eso. Esta trabajadora tampoco tiene acceso a seguridad social y también queremos que se organice. Ahí hay otra veta de organización, dónde igual se puede negociar algún tarifado por su trabajo.

Y también existe la trabajadora que hace artesanía textil. Por ejemplo, la mapuche que hace su poncho, que es artesanía neta del país. Ahí hay otros procesos en su trabajo, de teñir de manera natural, de trabajo artesanal, que se heredó. Esa cultura de trabajo debe preservarse, debe haber una defensa de nuestra cultura. Lo que pasa con la artesanas es que muchas veces, su trabajo lo compran extranjeros que luego revenden esos productos mucho más caros, afuera de Chile. Entonces, por ejemplo, hace unos días hablaba con una trabajadora que vendió una frazada a 50 mil pesos, a la que le dedicó mucho tiempo al día durante un mes. Yo sueño que ella puedan organizarse y vender sus productos como una cooperativa, por ejemplo, y que ese grupo de artesanas exporte y venda sus productos.

En el fondo, su trabajo también es un trabajo sobre educar a las trabajadoras.

Claro, primero estamos educando. Les explicamos cómo organizarse, cómo hablar con la prensa, cómo explicar su trabajo, que ellas muestren quiénes son y que están orgullosas de lo que hacen.

Nosotros estamos mostrando que esta realidad existe, que hay un submundo del trabajo textil en Chile. Lo que relato es cierto, no hay ninguna mentira. Por eso para nosotros es importante denunciar primero, que salga a la luz esta labor.

¿Qué cosas le han llamado la atención o ha aprendido en este proceso de trabajar con la labor de las textiles a domicilio?

Me ha llamado profundamente la atención que antes, cuando yo entré a trabajar en este rubro, las personas que hacían labores textiles eran mano de obra calificada, sin estudios, que aprendían el trabajo por herencia y empezaban muy joven trabajando. Pero hoy, las nuevas trabajadoras a domicilio son mujeres que tienen terminado su cuarto medio y que llegan a esto porque fue su única opción de trabajo. Y en su mayoría son de dos grupos etáreos: o son mujeres jóvenes, con niños recién nacidos, que tienen que sustentar un hogar; o mujeres de más de cincuenta años, que no consiguen otro trabajo.

Así, fui descubriendo que no están en este trabajo porque quieran, sino que no tuvieron otra opción en esta sociedad.

Entonces, creo que con este proyecto estamos trabajando en el inicio de la vida de una mujer y en el final de la vida de otras, por mejorar sus condiciones laborales y su calidad de vida.