Recientemente se cumplieron 30 años desde que se constituyera la Central Unitaria de Trabajadores en 1988, como cúlmine de un proceso de reunificación del movimiento sindical tras su persecución y anulación por parte de la dictadura.
Unidad a la que la Iglesia Católica colaboró firmemente, desde la labor de la Vicaría de la Pastoral Obrera, acompañando al mundo sindical en la defensa de los derechos de los trabajadores. No es menor que el Congreso Constituyente de la CUT se realizara precisamente en instalaciones de la Iglesia en Punta de Tralca.
Como sociedad, debemos reconocer la importancia de la organización sindical como un espacio de unión entre los trabajadores para la defensa y promoción de la dignidad de las personas. Y desde ahí, concebirlas como un “factor constructivo de orden social y, por ello, un elemento indispensable de la vida social” y que también puede aportar en corregir “todo lo que es defectuoso en el sistema de propiedad de los medios de producción o en el modo de administrarlos o de disponer de ellos”.
Esto se hace aún más necesario en el actual contexto que vivimos, donde la creciente desigualdad en los ingresos y la excesiva concentración de la riqueza persisten a pesar de que la pobreza ha disminuido, así lo muestran cifras recientes (CASEN 2017). Más aún, el 33,1% de los pobres tiene un trabajo, y de ellos más de la mitad es asalariado.
Además, se ha depositado un excesivo protagonismo en el mercado y el individuo para construir la sociedad, reproduciendo una cultura de carácter competitiva, cuyo énfasis apunta a intereses y metas individuales, resaltando el beneficio económico, distanciándose de valorar la dignidad humana.
Ante el individualismo, nuestra propuesta es la solidaridad, entendida como “la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos”. La solidaridad es un principio social ordenador de las instituciones, de manera especial en aquellos espacios en que existen estructuras de pecado que afectan la dignidad de los hijos e hijas de Dios.
Desde ahí, la organización sindical es un espacio privilegiado de solidaridad entre los hombres y mujeres del trabajo, donde la colectividad está sobre la individualidad, donde los intereses personales dan paso al bien común.
Así, en el contexto de celebración de los 30 años de la CUT y en el tiempo que como Iglesia vivimos el Mes de la Solidaridad, reafirmamos la necesidad de fortalecer la unidad y solidaridad entre los trabajadores, para la defensa de su dignidad, para velar por el bien común y para luchar por la justicia social.
En palabras del Padre Hurtado: “si no existe un movimiento sindical no habrá la fuerza de empuje suficiente para hacer reales las aspiraciones de transformación social”.
Jorge Muñoz SJ Vicario de la Pastoral Social Caritas