Toda huelga, sea de una empresa por una reivindicación económica o salarial, o una huelga política y de masas, es una expresión concreta que adquiere la lucha entre la clase trabajadora y la burguesía, que se desenvuelve en el marco de las relaciones económicas del sistema capitalista.
Catalina Rojas
Presidenta del Sindicato de Honorarios del Servicio de Salud Metropolitano Central SSMC, parte del Directorio Nacional de la Central Clasista de Trabajadores y Trabajadoras y miembro de la Asociación Intersindical de Trabajadores y Trabajadoras Clasistas AIT.
Se caracteriza por la paralización de la producción por parte de las y los trabajadores en rebeldía, impactando directamente en las ganancias del patrón. En ese sentido, es una salida colectiva, y por tanto unitaria, frente a los problemas que aquejan a la clase trabajadora.
Toda huelga que se lleva a la práctica es una demostración de la fuerza y poder que tienen las y los trabajadores, y a la inversa, deja en evidencia las debilidades de la patronal, propiciando condiciones más favorables para el desarrollo de conciencia de clase y politización de los sindicatos, pues también queda en evidencia el antagonismo entre los intereses de una y otra clase. Aquí se comprueba que a través de la lucha concreta es cuando la clase trabajadora más aprende y se supera.
Estas características propias de todo tipo de huelga también son conocidas por la clase dueña del poder y la riqueza, de allí su tendencia a cooptarla y ponerla camisas de fuerza legales, institucionalizando la llamada huelga legal, circunscrita a la negociación colectiva, desalojando otra lucha por derechos laborales por fuera de los tiempos impuestos por la burguesía para negociar.
Hoy, luego del alzamiento popular de octubre, hubo un salto en conciencia de la clase trabajadora y el pueblo, tuvo la capacidad de instalar un pliego de demandas de carácter integral y pone en cuestión el modelo económico vigente. En ese sentido, entendiendo que si bien, las formas que adquiere la protesta han variado del inicio de la pandemia a la fecha, es posible afirmar que seguimos en un ciclo de lucha abierto y más avanzado de lo que era antes de octubre.
A raíz de lo anterior, la huelga general aparece como una herramienta pertinente para las luchas venideras. La huelga general no se decreta desde cúpulas, sino más bien responde a condiciones concretas de la lucha de clases, que podrían caracterizarse por una agudización de la misma, antecedida por procesos de lucha anteriores.
Por otro lado, es una huelga de masas, es decir, amplia y transversal, de extensión nacional, cuyas demandas ya no son sólo económicas, sino que adquieren un carácter político y representan el sentir y malestar del pueblo. Por lo tanto, responde a un proceso de acumulación de lucha y podría permitir el desarrollo de un nuevo escenario de ésta, mayor y más complejo. Sin embargo, no necesariamente genera condiciones pre revolucionarias ni asegura el inicio de una revolución, pero si permite fortalecer procesos y experiencias del pueblo en lucha y consolidar procesos de articulación del campo popular.
Sin embargo, para que una huelga general sea una herramienta de lucha efectiva para la clase trabajadora en la actual crisis se requieren contemplar varios elementos.
Primero, avanzar en un sindicalismo clasista de carácter combativo, venciendo las posiciones burócratas de dirigencias sindicales que anteponen el fortalecimiento de la estructura organizativa por sobre la necesidad de la lucha. A su vez, el protagonismo de las bases sindicales, que se evidencie en la discusión política abierta, la práctica de la lucha más allá de la negociación colectiva, y la participación democrática más allá de la votación en elecciones dirigenciales, cambios de estatutos o decisiones del tipo burocráticas.
Asimismo, ante la falta de sindicalización, la tarea del clasismo será también hacer crecer la organización sindical entre las y los trabajadores, en cada empresa, fábrica o servicio.
Segundo, debido al estado de retraso del movimiento sindical respecto de otros sectores del campo popular, es importante acompañar la huelga general con protesta popular, en donde otros sectores del pueblo se sumen al llamado, como pobladores y pobladoras, mujeres y disidencias, estudiantes, y aporten en la paralización de la producción.
Tercero, si bien la huelga no se decreta entre cuatro paredes, tampoco deviene de la espontaneidad, por lo tanto, debe prepararse y para ello organizar más sindicatos, propiciar discusión y debate, propagar la agitación política, fortalecer la articulación del campo popular y la definición de planes de lucha conjunto en perspectiva de constituir ejes programáticos son también necesarios.
Cuarto, se requiere de la construcción de un instrumento político de la clase trabajadora que permita otorgar una perspectiva estratégica poniendo la construcción de una nueva sociedad en el horizonte. Este instrumento no es externo a la clase trabajadora, sino más bien nace de ella misma y su objetivo es dotar de conducción a la lucha de masas por la consecución de los intereses y objetivos de las y los explotados y oprimidos.
Todas estas tareas no están a la vuelta de la esquina, pero sí son alcanzables dentro del ciclo de lucha actual. No podemos hacernos las y los sordos y ciegos con el inmenso avance y desborde de la lucha popular iniciada en octubre. Tampoco podemos pasarnos una película en mil colores y creer que ya se está haciendo la revolución. Debemos tener los pies en la tierra y actuar en base al análisis concreto de la realidad concreta.
Hoy, si realizamos los esfuerzos antes mencionados, la huelga general aparece como una herramienta viable y necesaria, y a su vez, como una experiencia de lucha que hará crecer enormemente la conciencia y confianza del pueblo en sus capacidades. El llamado a la huelga general por la vida incorpora demandas reivindicativas de carácter democrático, y a su vez, dada la gravedad de la crisis capitalista nos presenta la disyuntiva entre continuar en la barbarie del capital o avanzar hacia una nueva sociedad libre de explotación y opresión.