Mi nombre es Laura Muñoz, soy Trabajadora Social y hace 7 meses que estoy cesante. No ha sido una situación fácil, pero no he bajado los brazos. Dejé de trabajar en noviembre, tras 8 años de cumplir funciones en una corporación dependiente del SENAME. Cuando me desvincularon lo tomé como una oportunidad porque estaba con ganas de un cambio. Sabía que era un momento complejo porque justo estaba el tema del estallido social.
Mi plan era buscar pega, postular para comenzar a trabajar en abril, en cualquier puesto como Trabajadora Social, partir de cero y mientras encontraba pega me puse a trabajar ocasionalmente como repartidora de alimentos. No cuento con un contrato ni imposiciones que me aseguren acceso a la salud o un ahorro para mi pensión. Tampoco hay un seguro. Mientras trabajaba choqué mi auto y tuve que mandarlo a reparar con plata de mi bolsillo.
Este ingreso por un trabajo ocasional me sirvió para mantenerme sin tocar el seguro de cesantía, pero en marzo, cuando se declaró la pandemia tuve que dejar de trabajar y me vi obligada a usar ese fondo.
Además ayudo costeando las básicas a mis papás, que viven en la región del Ñuble. Son jubilados y viven con una pensión muy baja. Mi papá tiene cáncer y tuve que pausar mi trabajo como delivery para ir a ayudarlo. Estoy acá con ellos mientras veo cómo solucionar mi tema laboral, pero hasta el momento creo que retomar el trabajo como repartidora es la opción que tengo, pese a que me expongo al contagio y con eso a no poder seguir viniendo a ayudar a mis papás. Si me contagio no los puedo exponer.
En este tiempo cesante me he dado cuenta que el adulto joven de clase media queda desamparado de las ayudas que se entregan. A veces me siento frustrada, esto es difícil de manejar. Por un accidente que tuve antes estoy con terapia y fármacos, que puedo pagar gracias al GES de mi isapre, pero no tengo certeza si podré seguir costeando mi plan de salud, eso me agobia y me hace considerar la opción de volver al delivery ya que me da un poco de estabilidad para seguir con el plan.
No quiero decaer. Al igual que el principio que aplica mi carrera, me estoy ocupando de mis problemas, buscando una solución. Me da ánimo tener proyectos y estoy consciente que ahora a todos nos pasan cosas que no pensamos vivir, pero creo que la realidad de los profesionales jóvenes está muy invisibilizada.
Hay que seguir y aunque asumo riesgos, por el momento la opción más certera que tengo es seguir con el trabajo no formal, pese a que no me entrega garantías, pero es lo único que tengo para seguir manteniéndome y ayudando a mis papás. Es una situación compleja de sobrellevar, pero espero tener oportunidades laborales cuando pase todo esto para volver a trabajar.