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EDITORIAL Día de la Solidaridad – Pandemia y solidaridad: Pensar y actuar en comunidad


EDITORIAL WEB (6)Estamos viviendo tiempos complejos a partir de la actual emergencia sanitaria, la que sabemos está generando una crisis económica y social, probablemente, no vista en décadas y cuyas consecuencias se verán por un largo tiempo aún. La pérdida de empleos, la reducción de salarios, la baja de ingresos para los trabajadores  informales, junto con la ausencia de una respuesta sólida y oportuna por parte del Estado ante las necesidades de las personas, ha vislumbrado lo precario de nuestra sociedad.

El coronavirus pareciera estar manifestando la incapacidad del actual modelo de desarrollo neoliberal para proteger a la sociedad y a cada uno de sus miembros. La idea de que somos hombres y mujeres aislados, donde prima el mercado y se minimiza la acción del Estado, está siendo arrasada por la pandemia.

Hemos puesto nuestras prioridades en el exitismo, la competencia, el mérito y el consumo. La primacía del dinero, la cultura del descarte y un estilo de vida individualista se ha impregnado en nuestras relaciones de manera inconsciente. “El individualismo no nos hace más libres, más iguales, más hermanos. La mera suma de los intereses individuales no es capaz de generar un mundo mejor para toda la humanidad” (FT*, 105). 

Han surgido así innumerables iniciativas de solidaridad desde la sociedad civil para responder a las necesidades más urgentes de las personas y, como Vicaría, no nos hemos quedado al margen. Ahora bien, en este trabajo territorial, quisiera destacar el resurgimiento de la organización local, vecinal y comunitaria, que se ha expresado más notoriamente en las ollas comunes. Éstas, reconstruyen el tejido social y nos hacen recordar que el “sálvese quien pueda” no es el camino, como nos han hecho creer en los últimos 40 años, por el contrario, “nadie se salva solo”. 

Para superar esta crisis debemos pensar y hacer en comunidad, es decir, superar el individualismo y hacernos co-responsables del bienestar de todos, para que nadie quede excluido o relegado. Para nosotros, ésta es la verdadera solidaridad: “Es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos” (SRS**, 38).

En agosto, Mes de la Solidaridad y mes en que recordamos la figura del Padre Hurtado, incansable luchador de la justicia social y de los derechos de los trabajadores, la invitación es a reflexionar cómo vivimos la solidaridad en el mundo del trabajo. Recordando que esta palabra “expresa mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda (FT 116).

Hoy, la pausa forzada que nos obligó el coronavirus, tenemos que verla como una oportunidad para repensar las lógicas cotidianas en que estábamos construyendo nuestras vidas, apuntando a nuevas formas de solidaridad, comunidad y cooperación, pues “pasada la crisis sanitaria, la peor reacción sería la de caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta. Ojalá que al final ya no estén “los otros”, sino sólo un “nosotros” (FT, 35). 

Felipe Guala Cordero, Jefe Área de Pastoral Social Territorial Vicaría de Pastoral Social Caritas

*FT: Fratelli Tutti, de Francisco, 2020.

**SRS: Sollicitudo Rei Socialis de Juan Pablo II, 1987.