Mi nombre es Giovanni Barrueto, tengo 51 años, soy casado y tengo 5 hijos. Trabajo como conductor de Transantiago y soy Presidente del Sindicato de Trabajadores San José de la empresa Subus Chile, uno de los 10 sindicatos más representativos de la empresa con 820 socios. Hace 15 años que trabajo en Transantiago, desde que empezó este sistema.
Yo desde los 11 años que estoy en contacto con la locomoción colectiva, mi papá era empresario micrero, así que como dicen, soy nacido y criado en los fierros.
Cuando se decretó la pandemia la empresa nos entregó mascarillas y alcohol gel, pero fue insuficiente. Por esto, además de seguir exigiendo mejores condiciones de salud y seguridad, como sindicato nos hemos organizado y a nuestros socios y a los colegas les hemos entregado dos mascarillas de tela lavables a cada uno. También hemos tomado resguardos para evitar el contacto con la gente. Yo trabajo en el área de San Bernardo y en el servicio dimos la instrucción a los conductores que solo se abra la segunda puerta. También informamos a la gente, en la plaza, para que entiendan el peligro real que corremos, porque muchos no usan mascarilla en el transporte público, no toman conciencia y creen que es un chiste, viendo la cantidad de muertos que tenemos día a día.
En nuestro trabajo, el tema del estrés laboral es importante. Como conductores nos enfrentamos a agresiones, a las dificultades de manejar un vehículo grande y ahora a salir a las calles en medio de la pandemia. A pesar que nos cuidamos igual tenemos trabajadores contagiados Covid que están haciendo su cuarentena y otros con licencia médica psicológicas. También han habido varios despidos y algunos en proceso de demanda. Se ha instalado mucho el tema de cesantía en el país y eso genera incertidumbre en los trabajadores. Nosotros como dirigentes tenemos que apoyarlos, después de 15 años no somos compañeros de trabajo, somos amigos. Una familia queda a la deriva cuando hay despidos. Es complicado, por eso hay que trabajar unidos.
Hace poco comencé con una campaña que le puse “El kilo de amor”, donde recolectamos un kilo de harina, arroz, fideos, alimentos no perecibles o lo que sea para ir en ayuda de la gente que está haciendo ollas comunes. Gracias a Dios y a la colaboración de mis socios tenemos cerca de 400 kilos de alimentos. También estamos ayudando a los colegas que están con cuarentena. Les hacemos canastas familiares y se las llevamos a la casa. También guantes, alcohol gel y todos los implementos para que ellos se cuiden.
Por vocación estoy en este cargo de dirigente y siempre me he estado formando. Entré a la Pastoral Obrera y desde el 2010 que estoy estudiando, capacitándome en todos los cursos sindicales que encuentro, me he metido para irme informando, indagando y estudiando, para que no se vulneren los derechos de los trabajadores. Es un compromiso que tengo con la gente que represento. A mi me mueve una empatía social más que personal.
Tengo una convicción cristiana. Hace un tiempo atrás tuve un accidente y acá estoy. También tuve un cáncer que ya fue controlado, gracias a Dios y ahí también digo: “si tengo tiempo de más, tengo que darlo a la pelea”. Yo soy de la idea que hay que ver el vaso medio lleno siempre, no echarse a morir, siempre hay una puerta que se abre.
También tengo que cuidar a mi familia. Como ando todo el día en la calle es un peligro constante, así que cuando llego a la casa, antes de entrar me saco todo y tomo las precauciones para no contagiarlos. El pilar fundamental que tengo es mi señora. Ella me apoya en todo lo que hago y eso me permite dedicar tiempo a mis labores de dirigente.