[20 de septiembre 20243] Difundimos la columna de opinión de la Defensoría Popular de las y los Trabajadores con motivo de los 50 años del Golpe de Estado
Para una memoria política del movimiento sindical a 50 años del Golpe
¿Por qué es relevante el ejercicio de memoria política desde y hacia el movimiento de trabajadores y trabajadoras?
Para nosotras y nosotros, la memoria se trata de un acto de humanidad. Nos permite recordar el sentido de las acciones de quienes nos precedieron, individual y colectivamente, no sólo como imágenes del pasado, sino que, más relevante aún, como posibilidades para el presente.
Así, recordar parece tener un doble sentido. Por un lado, una forma de no olvidar. Recordar a quienes fueron asesinados y desaparecidos hace 50 años, y de manera sistemática durante 17 años en nuestro país. Y echar luz sobre la memoria viva de las y los sobrevivientes a la tortura, el exilio y la exoneración, reconstruyendo y legitimando sus relatos compartidos. Recordar para que NUNCA MÁS.
Por otro lado, la memoria activa, esa que recuerda para imaginar otros mundos y formas. Y sobre esto nos preguntamos: ¿nunca más de qué? Nunca más terrorismo de Estado, nunca más a la represión y persecución de ideas. Principios que, aunque algunos sectores hoy cuestionan desde el negacionismo, resuenan en una amplia mayoría de la sociedad.
Sin embargo, pareciera que hay quienes también quisieran decir: nunca más a las y los trabajadores encabezando proyectos de sociedad, nunca más al desarrollo político del movimiento sindical, nunca más a la democratización de la sociedad, de la producción y de la vida entera.
Y con ello incluso logran arrojar un manto que neutraliza la memoria de las víctimas. Despoja a los muertos de su historia y de sus ideas, los transforma en cifras. Y así también, arrebatan de su historia a las y los trabajadores, a sus organizaciones y al movimiento sindical en conjunto. Un movimiento que desde el siglo XX hasta 1973 se había convertido en uno de los sectores más determinantes en la profundización de la democracia chilena y la articulación social y cultural del país.
Potencialidad política que la Dictadura reprimió no solo a través de los crímenes de Estado, sino que fuertemente por medio de la instauración del Plan Laboral en 1979. Un marco normativo coherente con la reestructuración neoliberal que ya se encontraba en curso en el plano económico y que permitió sostener la expansión de la privatización, la reducción del Estado como garante de derechos y la individualización de la sociedad en su conjunto. Aspectos como la limitación de la negociación colectiva a los márgenes de la empresa, la restricción drástica de las materias objeto de negociación colectiva, los límites a la huelga, entre otros, han tenido efectos de desarticulación y desprotección laboral muy profundas, vigentes hasta la actualidad.
Cumplidos los 50 años, al reflexionar sobre esa historia identificamos una enorme deuda con la memoria activa del movimiento sindical y de trabajadores. No nos parece casualidad que cuando se habla de Derechos Humanos, usualmente se omita que los derechos laborales también lo son. Que la Dictadura persiguió activamente a dirigentes sindicales, en su mayoría militantes, por la centralidad que tuvieron en la política nacional e internacional de la época. Por los avances históricos que el movimiento sindical logró en la organización y politización de las y los trabajadores, pero también por su articulación con otros sectores, como estudiantes y pobladores.
Hoy sabemos que el promedio de edad de las y los detenidos desaparecidos era de 29 años, que más del 50% de eran obreros y campesinos, y que casi el 40% no tenía militancia política. Sí, la Dictadura persiguió a las y los dirigentes, persiguió a “los marxistas”, pero fundamentalmente persiguió a una clase: a la clase trabajadora. Organizada, consciente y en la lucha por una sociedad donde nadie quede atrás, donde todas y todos tengamos cabida. Una monumental potencialidad que fue interrumpida por medio del horror y que resultó en un verdadero genocidio sindical.
Hoy reivindicamos esa memoria. La memoria del proyecto del movimiento sindical, que intentó ser exterminada y que nuevamente hoy está bajo asedio. Y aunque sabemos que son tiempos difíciles, en palabras que el Presidente Allende pronunciara en aquel histórico discurso, abrazamos la creencia férrea en los grandes valores de la humanidad, en la certeza de que esos valores tendrán que prevalecer. ¡No podrán ser destruidos!