Al cumplirse medio siglo del Golpe de Estado, Irene Celis, extrabajadora de la Vicaría de Pastoral Obrera, reflexiona sobre el rol que jugó Vicaría de la Solidaridad y la Pastoral Obrera en la defensa de la vida y los derechos fundamentales de las y los trabajadores durante los aciagos días de dictadura cívico militar que comenzaron en septiembre de 1973.
EDITORIAL:
50 años del Golpe: persecución sindical en dictadura y el compromiso permanente de la Vicaría
En plena dictadura militar, el mundo del trabajo quedó sin voz, todo lo que se podía hablar era boca a boca. Algunos trabajadores y trabajadoras, los más osados, pasaban por las empresas con unos papelitos manuscritos que decían “juntémonos en tal parte”. El miedo acechaba por todos lados, recibir uno de esos papeles era como tener una metralleta sin saber usarla. La violencia de Estado se había instalado con una dictadura sanguinaria y brutal y el mundo sindical era uno de los más vulnerados, de los más perseguidos.
En este complejo escenario de sistemáticas violaciones a los derechos humanos, surgieron diversas organizaciones que alzaron su voz para denunciar el violento clima, manifestaron su solidaridad hacia las personas perseguidas y sus familiares y estructuraron una red de apoyo para el mundo laboral que se había quedado sin organizaciones ni dirigentes.
El Comité de Cooperación para la Paz en Chile fue el primer organismo. Creado en 1973 por las iglesias cristianas y la comunidad judía, buscaba proteger la vida e integridad física de las personas perseguidas por la dictadura militar en Chile. Tras su disolución en 1975, por órdenes directas de Augusto Pinochet, la única institución que podía hacerle contrapeso a la feroz dictadura era la Iglesia Católica, ya que toda la institucionalidad política, laboral, social y cultural del país había sido quebrantada.
Una vez prescritos los partidos políticos y las organizaciones de trabajadoras y trabajadores por distintos bandos dictatoriales, el exterminio y la desaparición forzada de personas entró a operar impunemente. Es decir, todo lo que atentara contra el orden impuesto a sangre y fuego por la dictadura, fue declarado ilegal.
La Vicaría de la Solidaridad, creada el 1 de enero 1976, por el arzobispo de Santiago, Cardenal Raúl Silva Henríquez, surge justamente por la imperiosa necesidad de continuar con la difícil tarea de proteger la vida, la integridad física de las y los perseguidos políticos y trabajar en la defensa y promoción de los derechos humanos, frente al terrorismo de Estado.
Por su parte, la Vicaría Pastoral Obrera, creada formalmente del 9 de marzo de 1977, hace lo propio con el mundo laboral y sindical. El Cardenal Silva Henríquez nombra como Vicario de la Pastoral Obrera al padre Alfonso Baeza, quien había colaborado desde los inicios de la dictadura, primero en el Comité Pro-Paz y luego en la Vicaría de la Solidaridad. También fue director de Caritas Santiago y fue el primer vicario de la Pastoral Obrera de Santiago, comenzando en 1977 y permaneciendo en el cargo hasta el año 2000.
El padre Baeza destacaba por su incansable trabajo en la defensa de los derechos humanos y jugó un rol importantísimo al proteger a trabajadores y trabajadoras, así como al contribuir a rearticular el tejido social frente a la dictadura y frente a una clase empresarial que actuaba sin la contraparte en la determinación de las condiciones laborales frente a la nula existencia de la organización sindical.
Para contribuir a rearticular la organización sindical era prioritario perder el miedo y, al mismo tiempo, tomar todos los resguardos necesarios de seguridad al participar en reuniones masivas. Esa era la forma que teníamos de organizarnos trabajadores y trabajadoras; al asistir a alguna reunión o acto masivo había que cambiarse el nombre, se usaban “chapas” porque las organizaciones sindicales estuvieron prescritas hasta que el Plan Laboral escrito por José Piñera entró en vigencia, abriendo una nueva era del capitalismo en nuestro país, privatizando las principales instituciones del Estado: educación, salud y trabajo y consolidando el modelo neoliberal.
El Plan Laboral escrito por José Piñera durante la dictadura de Pinochet, cuenta con dos decretos como pilares, el DL 2.756, sobre organización sindical, y, en segundo lugar, el DL 2.758, sobre negociación colectiva. Estos decretos se centran en cuatro aspectos fundamentales que condicionan al movimiento sindical a través de las relaciones laborales: negociación colectiva centrada en la empresa, huelga que no paraliza, libertad sindical y despolitización sindical.
En tales condiciones, frente a la amplia potestad que se les daba a los empleadores -encargados de nombrar a los trabajadores que podían ser dirigentes sindicales- la Pastoral Obrera abrió un espacio para la unión y reflexión del mundo laboral que permitió una amplia corriente de resistencia pacífica y que culminó con la reorganización del movimiento sindical, que se puso a la cabeza de las protestas sociales.
El vicario Alfonso Baeza, a cargo de la Pastoral Obrera, contribuyó de muchas maneras a la reorganización del mundo sindical y con ello a que la Iglesia creciera en legitimidad y respeto ante los trabajadores y trabajadoras.
Cuando se formó la Pastoral Obrera, funcionó en un edificio de tres pisos ubicado al de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, entre las estaciones de Metro Unión Latinoamericana y Estación Central. Este edificio fue testigo de la historia de organización y lucha que experimentaron miles de dirigentes, dirigentas, trabajadoras y trabajadores durante la dictadura. Lucha en defensa los derechos humanos y por el retorno de la democracia.
En esos años, uno de los frutos del trabajo del vicario fue mostrar que no se puede hacer una evangelización verdadera sin preocuparse de materias como el respeto irrestricto a los derechos humanos o luchar contra de la explotación de las y los trabajadores. Su contribución por salvar vidas lo llevó a posibilitar la construcción de una corredera que conectaba, en el segundo piso, (destinado a salas de reunión de trabajadoras, trabajadores, dirigentas y dirigentes sociales), con la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús, frente al inminente allanamiento de militares o agentes civiles del Estado que podía llegar en cualquier momento y detener o secuestrar a personas sin tener certeza de dónde se las llevaban.
También fueron fundamentales en el retorno a la democracia los aportes que hizo la Iglesia Católica a través de sus vicarías, las cuales contribuyeron a la reorganización del movimiento social en su más amplio espectro, partiendo por facilitar espacios de reunión para sindicatos, la implementación de escuelas de formación sindical, el apoyo a movimientos de pobladores y movimientos de mujeres, entre muchos otros.
Las capacitaciones y escuelas de verano que se organizaban al alero de la Iglesia comenzaron a operar con máximas medidas de seguridad, se decía que eran “retiros espirituales” y se hacían en Punta de Tralca. Posteriormente se multiplicaron de forma masiva por barrios y parroquias a lo largo de todo Chile, bajo el alero de la iglesia.
A 50 años del Golpe de Estado que desarticuló la organización sindical, persiguió y asesinó a sus dirigentes y dirigentas y modificó la legislación laboral, quitando toda protección y garantías a la clase trabajadora, no podemos dejar de recordar el rol de la vicaría, que, asumiendo su papel privilegiado como miembro de la Iglesia, no volvió la vista hacia un lado, tomó un accionar protagónico y contribuyó enormemente a la lucha por la dignidad y la justicia, camino que sigue recorriendo hasta hoy.
Irene Celis R.
Asesora Laboral
Vicaría de Pastoral Social Caritas