Por Mónica Ruiz Cisternas, Encargada del Programa Colonias Urbanas, VPSC.
Hoy, 12 de junio, es el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) en 2002, estableció esta fecha para poder sensibilizar y hacer conciencia sobre esta problemática muchas veces invisibilizada e incluso normalizada.
No es ajeno a nuestra realidad encontrarnos con niños y niñas en las calles trabajando, en negocios familiares o de terceros, cuidando hermanos e incluso en los sectores rurales en los cuales ejercen diversas labores, la gran mayoría de ellos para poder colaborar a la subsistencia del hogar, siendo un aporte a la economía familiar. Pero ¿es justo que niños y niñas deban trabajar en vez de estar disfrutando de sus derechos? ¿Es justo que niños y niñas no puedan ir a la escuela o jugar por estar trabajando? Por supuesto que no es justo y es por ello, que todos estamos interpelados en ser un aporte y dar una respuesta a esta problemática.
El reciente Informe de la OIT y de UNICEF titulado Trabajo infantil: Estimaciones mundiales 2024, tendencias y el camino a seguir, presentado este miércoles 11 de junio en la víspera del Día Mundial Contra el Trabajo Infantil, estima que 137,6 millones de personas menores de entre 5 y 17 años son explotados por trabajo infantil en 2024, de los cuales 54 millones realizan trabajos clasificados como peligrosos. Si bien, esta cifra evidencia una reducción respecto a los 160 millones registrados en 2020, esto no es suficiente para cantar victoria, sino más bien nos da un nuevo aire para continuar con más fuerzas esta lucha contra el trabajo infantil.
Ya el Papa León XIII, en su encíclica Rerum novarum, advertía que “en cuanto a los niños, se ha de evitar cuidadosamente y sobre todo que entren en talleres antes de que la edad haya dado el suficiente desarrollo a su cuerpo, a su inteligencia y a su alma. Puesto que la actividad precoz agota, como a las hierbas tiernas, las fuerzas que brotan de la infancia, con lo que la constitución de la niñez vendría a destruirse por completo” (RN 129).
De este modo, para la Iglesia el trabajo infantil “constituye un tipo de violencia menos visible, mas no por ello menos terrible. Una violencia que, más allá de todas las implicaciones políticas, económicas y jurídicas, sigue siendo esencialmente un problema moral” y atenta contra la dignidad humana de la que toda persona es portadora, sin distinción de edad (CDSI 296).
Es en esta causa en la que todos podemos aportar y comprometernos, en el caso de empresas, sindicatos y empleadores una forma de aportar es revisar las cadenas de producción y de suministros con los que cuentan, asegurándose de que en ellas no participen niños y niñas menores de 15 años. Asimismo, resulta fundamental poder entregar empleos con sueldos justos que ayuden a las familias a salir de la precariedad, no perpetuando la pobreza en ellos.
Por otra parte, es deber del Estado asegurar que niños y niñas tengan acceso a educación de calidad, proveer seguridad, y las condiciones adecuadas para que puedan hacer ejercicio pleno de sus derechos. Como Iglesia de Santiago no dejaremos de visibilizar esta realidad y continuaremos con nuestro compromiso más firme, no solo declarándolo, sino asumiendo acciones concretas para aportar a esta lucha.
Así lo hemos hecho desde 1996 en la Vicaría de Pastoral Social Caritas, donde se han buscado diversas estrategias para acompañar a estos niños y niñas y sus familias, sin estigmatizarlos por trabajar, ni juzgarlos, sino más bien acogiendo y acompañando su realidad. Durante varios años se implementó el Programa Comunitario de Apoyo y Acogida a Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores, el cual buscaba la erradicación progresiva de esta problemática, trabajando no solo con los niños y niñas sino también con su núcleo familiar y su entorno (escuelas y barrios).
Posterior a este Programa, surgió otra iniciativa en el marco del programa Servicios Sociales del Ministerio del Trabajo, denominado Proyecto empleabilidad familias NNATS, el cual buscaba otorgar no solo capacitación en oficios a los adultos significativos de estos niños y niñas, sino también la colocación laboral en distintas empresas para asegurar condiciones dignas de trabajo, entendiendo que la precariedad laboral, el desempleo y la cesantía de uno o más familiares es una de las causas principales del trabajo infantil.
En los últimos años se implementó un espacio de cuidado y protección de niños y niñas, especialmente aquellos que están en contexto de movilidad humana y con un alto riesgo de caer en el trabajo infantil. Actualmente, estamos apuntando a fortalecer iniciativas comunitarias de protección y cuidado de la niñez, que se desarrollan desde los territorios de Santiago, a lo que se suma la estrategia comunitaria de Colonias Urbanas que trabajamos como Iglesia, promoviendo los derechos de los niños y niñas.
Invitamos a todos a sumarse a esta causa por la erradicación del trabajo infantil, porque aún queda mucho por hacer.