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Ruth Olate: “Este no es un trabajo indigno, las condiciones laborales, sí”


ENTREVISTA: Ruth, Presidenta del Sindicato de Trabajadoras de Casa Particular (Sintracap), conversó con Sindical.cl, y nos contó sobre su despertar ante las injusticias y su anhelo por conseguir mejores condiciones para las trabajadoras de casa particular. Además nos adelantó sobre las luchas que están llevando a cabo hoy en día. 

Por Paula Ampuero Ulloa

Ruth comenzó a trabajar desde los 12 años. En su vida no conoció otro oficio que el de cuidar casas ajenas y vivir para otras familias. Siempre laboró puertas adentro y no tuvo inquietud de lograr tener su casa propia. Hoy vive en la sede de Sintracap, que está en Estación Central, con otras compañeras que duermen ahí en sus días libres y algunas desempleadas que están en busca de una nueva casa para trabajar.

Las trabajadoras de casa particular hace años están luchando por conseguir mejores condiciones laborales en nuestro país. A la cabeza de esa pelea está Ruth, quien es presidenta de Sintracap desde el año 2008. A lo largo de este tiempo, ella reconoce que ha debido aprender mucho sobre cómo relacionarse con los medios y sobre todo con los políticos.

 “Acá muchas no tenemos ni cuarto medio, pero hemos ido conociendo cómo funciona esto, nos han dicho que se aprovechan de nosotras, pero también nos conviene ser nombradas, así nos mostramos a la ciudadanía. Entendemos esto como un juego”, afirmó Ruth, a propósito del manejo mediático que han tenido en el último tiempo y las críticas que se han hecho en su contra.

¿Cómo llegó a trabajar en casas particulares?

Tuve que trabajar desde muy pequeña para poder vivir. Nací en Santa Juana, Concepción. Somos 6 hermanas y una madre temerosa, que quedó viuda a los 37 años. Entré a los 12 años a mi primera casa, fue puertas adentro, tal como trabajé toda mi vida. Yo era floja, no me gustaba hacer las cosas de la casa, ni menos el aseo, pero había que hacerlo. Aprendí viendo a mi mamá. Tuve que cocinar, planchar, lavar ropa restregándola y cuidar niños que eran de mi edad o hasta más grandes.

¿Cuál fue su experiencia ejerciendo este trabajo?

Fueron malos conmigo. Recuerdo que en mi primera casa un chico botaba sus cuadernos para que yo los recogiera del suelo. Al principio no me daba cuenta, pero después supe que lo hacía a propósito. Ahí uno conoce la maldad en la gente. Pareciera que los chicos nacen sabiendo que ellos son empleadores. Después a los 17 años me fui a Antofagasta a trabajar con otra familia.

Lo más que duré en una casa fueron 6 años, en Concepción primero y después en Santiago. En esta última casa, que era de una familia cristiana, me explotaban: eran más de 6 personas y yo estaba sola trabajando. Yo fui cristiana, Testigo de Jehová, pero hay que decir una cosa, en todas partes se cuecen habas.

Lo más triste de este trabajo fue el encierro. Uno dice que es lo que le tocó. Pero, yo no lo logro entender el sistema, los malos sentimientos, el no ponernos en el lugar de la otra persona. Así que lo que más me marcó a mí fue estar sola, el estar encerrada en mi propio mundo, por no saber que había gente afuera que era tal como yo.

Respecto a su vida, ¿siente que se postergó por cuidar familias que no eran la suya?

No tengo hijos, críe una sobrina, pero no tengo familia así como tal. De todas maneras, yo no tenía proyección de vida, porque mi mamá no nos enseñó que teníamos que pensar en el futuro, que teníamos que ahorrar, que rico que sería comprarse una casa. Entonces, nosotras no teníamos esa ambición, sólo trabajábamos y tampoco salía. Lo única que hacíamos con mis hermanas era juntar los días para ir a ver a mi mamá.

Soy la única soltera de las 6 hermanas, porque nunca tuve proyección de matrimonio, ni menos de hijos. Yo vi mucho maltrato psicológico y físico, incluso donde uno trabaja. Así que dije: nunca voy a traer hijos al mundo a sufrir, porque yo no he sido feliz. Mucho menos soltera. Así que no me postergué por nadie, no tener familia fue un decisión que tomé consiente.

Ahora lo veo acá, en Sintracap. Tener hijos solo complica todo, más si no tienes un hogar. Acá hay chicas que tienen a sus hijas en internados durante la semana y vienen acá los fines de semana a quedarse juntas, porque tienen sus casas en el sur. Esta situación es triste y después estas mismas hijas van a volver a ser trabajadoras de casa particular, porque se hace un círculo vicioso.

El despertar

Hasta el momento no había reparado en que existían otras trabajadoras iguales a ella. No tenía idea en qué condiciones trabajaban, ni menos cuánto ganaban, es decir, ni siquiera podía  comparar su situación con las de otras mujeres. Pero entrada la primera década del 2000, Ruth se dio cuenta que no estaba sola, que había otras que estaban pasando las mismas tristezas que ella.

¿Qué gatilló en usted la vocación sindical?

Yo no entendía nada de lo sindical, ni menos de política. Algunas veces escuché decir a una de mis hermanas que votaría por tal diputado, porque lo que decía le convenía, pero yo no sabía cómo le podía servir a mi hermana lo que hiciera un político.

El momento que comienzo a interesarme por el resto, lo recuerdo como haber despertado, como haber abierto los ojos. Todo pasó cuando me fui con unos patrones que tenía en Santiago a vivir a Osorno. Allá me di cuenta que los sueldos en regiones eran demasiado bajos y yo decía: ¡qué impresionante! ¿Cómo puede ser eso?’. Ahí dije: yo voy a formar un sindicato para defender los derechos de las trabajadoras de casa particular; sin saber que ya existían, porque no se daban a conocer.

Dejé de ser cristiana, porque era incompatible con mí lucha. Me dije: mientras estemos en la tierra hay que luchar por los que estemos acá, mejorar nuestras condiciones de trabajo y vida. Aunque en el corazón sigo creyendo en Dios y lo que dice la biblia, no sigo participando en la iglesia. Como trabajadoras nuestra visión de vida es muy limitada, ni siquiera en la radio escuchamos noticias, pura música.

¿Cómo fue que empezó a organizarse con otras trabajadoras por mejores condiciones laborales?

Yo partí en la  Asociación Nacional de Empleadas de Casa Particular, Anecap, que era un instituto en el que uno podía ir dos veces por semana. Fui dirigenta de allá, pero a mí no me gustaba, porque en definitiva no luchaba por nuestro derechos. Claro, esa no era la línea de trabajo de ellos, era más pastoral y educación, no reivindicación. Tuve problemas ahí con el coordinador y me suspendieron, así que dije no vuelvo más.

Cuando llegué al sindicato no lo podía creer. Sintracap no tenía brillo, estaban acá adentro no más. Yo pensé: ‘esto era lo que yo decía, pero ¿cómo no está prestando los servicios que yo creía que tenía que prestar, que eran, reivindicar y luchar por los derechos de las compañeras?’.

En ese momento fue cuando yo aprendí que nadie nos iba a dar nada y que teníamos que saber que si queríamos algo teníamos que luchar por ello. Ni un gobierno va a venir y decir: ‘pucha, estas cabritas están trabajando mucho, acortémosle la jornada laboral, porque es muy extensa y esclavizante’. En el período en que me acerqué a Sintracap, las compañeras estaban luchando por lo del sueldo mínimo. Osvaldo Andrade, ministro del trabajo de la época, consiguió igualarnos los sueldos al mínimo nacional. También nos dieron un día libre.

La llegada a Sintracap

En 2006 llega a Sintracap, sindicato que en ese entonces, según señaló Ruth, tenía solo 7 miembros. Desde ese momento ella comenzó a gestionar para darle mayor sustento a la organización de las trabajadoras, pues con 68 años es el sindicato del área que tiene más tiempo de funcionamiento.

Ruth, podrías describir cómo fue la experiencia al comienzo, ¿sobre qué cimientos se reconstruyó este sindicato?

Empezamos a trabajar, no sabía nada de política, estoy aprendiendo. Iba a donde se me invitaba, escuchaba siempre y ponía atención. Me hice asesorar, tenemos una asesora muy buena que es Natalia Flores, tuvimos también a la Pamela Farías, que era del ministerio del trabajo y todo un cuadro de gente que nos apoyó. Así nos fuimos empoderando y dando a conocer. Cada invitación que me hacen la converso con mis compañeras y decidimos si es bueno o no ir. Yo no me arranco con los tarros, acá todo se dialoga.

Ahora somos 500 las trabajadoras de este sindicato. Y hay otros en regiones. Yo los empecé a buscar para hacer trabajo en conjunto y encontramos que había en Concepción, Talca, Rancagua, Viña del Mar, La Serena y Antofagasta, algunos tienen 25, 30 y 40 años. Ahora estamos reunidas en la Federación.

Nosotros como sindicato formamos una Coordinadora para tener a todas las organizaciones sindicales unidas y así defender nuestros derechos. Además, que a las trabajadoras cuesta mucho organizarlas, porque como estamos una a una y somos tan individualistas.

¿Cómo dan a conocer el sindicato a las trabajadoras?

Por ejemplo, cuando formamos un sindicato en Santa Juana, hicimos una gestión con un concejal de la zona. Le dije que reuniera a todas las trabajadoras y que yo iría, como es mi pueblo natal le tengo mucho cariño, así que lo hizo y ahí nació una organización allá.

En general, se hace contacto con alguien de alguna comunidad específica, por ejemplo en Melipilla, se cita a las trabajadoras a un evento y se les da a conocer cómo se trabaja en el sindicato y las luchas que estamos dando. Además la prensa es muy importante, los medios locales nos sirven mucho para difundir. Así que cualquier oportunidad que tenemos de salir en la tele se aprovecha, para que nos conozca la gente.

Igual hay otras que llegan acá porque se cuentan entre compañeras. De repente nos llaman por teléfono pidiendo información y ahí nosotros las enganchamos, que tienen que venir, que participar y luchar por nuestros derechos.

Situación Actual

Recién en 2011 la Organización Internacional del Trabajo, OIT, perteneciente a la ONU, creó un convenio con el fin de estandarizar las condiciones laborales de las trabajadoras de casa particular en el mundo, este es el número 189. Sobre la base de este se planteó una ley para regular el trabajo de las nanas en Chile. Por cierto, nuestro país aún no ratifica el documento, pero hace un tiempo la Presidenta Michelle Bachelet, anunció que se comenzaría con su tramitación.

¿Cuántos años van desde que comenzaron a pelear por esta ley y cómo ha sido el trabajo que han hecho para reivindicar a su grupo laboral?

En 2010 nosotros presentamos nuestro petitorio al gobierno de Sebastián Piñera. Lo llevamos a tres entidades que nos parecían más importante: al ministerio del Trabajo, al ministerio de Desarrollo Social (que en ese momento era el Mideplan) y al Sernam. Todos nos llamaron para decirnos que sí, que nos iban a apoyar y que podíamos trabajar juntos en un proyecto. Conversamos al principio y quedaron en estar en contacto y jamás nos llamaron de nuevo, sólo del ministerio del Trabajo. Cuando asumió Matthei ella nos llamó y recién ahí, el 2011, empezamos a trabajar

Ese año participé en una conferencia en Ginebra de la OIT, sobre las trabajadoras de casa particular. Me tuve que pelear el cupo para poder ir. En ella se habló sobre el Convenio 189, que regula nuestro trabajo. Estuvimos 21 días. Somos un actor importante en el país en esta área, porque además como sindicato, pertenecemos a la Confederación Latinoamericana de Trabajadoras del hogar, Conlatraho.

En Ginebra trabajábamos en conjunto, hacíamos lobby con los gobiernos, reuniones y no paramos nunca. Nuestra idea era encantar y reencantar a los gobernantes para que aprobaran el convenio.

¿Cómo se gestó este convenio?

Las primeras líneas del convenio se escribieron en 2005 y fueron hechas por las compañeras de la Conlatraho. La idea del convenio surge como regulador de las condiciones de trabajo nuestras, pero a nivel mundial, esto se hizo en Uruguay.

En 2006 estuve, año en que participé, se afinaron los detalles. Participó gente de la OIT de distintos lugares y se tomó el acuerdo, para empezar a escribir. Luego, el documento fue a todos los países, para que las mismas trabajadoras hicieran los cambios que creyeran pertinentes y observaciones. También estuvo en Chile y lo analizamos.

Así que es linda la historia del convenio, porque fue una labor que realizaron las mismas compañeras a nivel internacional. Aquí nada se nos ha regalado, todo ha sido esfuerzo nuestro. Y por ejemplo la CUT, acá en Chile, nunca nos ha apoyado. Se ha farreado la oportunidad de trabajar con nosotras las trabajadoras, sobre todo con nuestro sindicato. Como federación estamos en la CUT, pero tampoco nos han tomado mayormente en cuenta.

¿En qué están actualmente?

Lo más importante para nosotros es mejorar nuestras condiciones de trabajo y que se extienda a todas las trabajadoras puertas adentro y afuera, más las migrantes, que son incorporadas también en nuestra lucha. Nosotras estamos peleando por todas.

Queremos, entre otras cosas, que nuestros contratos sean escriturados y dentro de los 10 días sean presentados en la inspección del trabajo, y que ellos fiscalicen los pagos y las condiciones de en las que estamos cumpliendo nuestras funciones.

En el gobierno anterior entró una ley al congreso, que no nos gustaba tanto, pero que servía para poner nuestro tema en la agenda. Detuvimos su legislación y ahora la administración de Bachelet nos preguntó si queríamos un proyecto nuevo o modificar el que ya estaba en el Congreso.

Nosotras quisimos modificar el que ya estaba, porque era un proyecto en el que participamos en su realización. Así que ahora estamos esperando a que se legisle a favor de él y que Chile ratifique el Convenio 189 de la OIT para mejorar la calidad de trabajo de nuestras compañeras. Y sabemos que hay voluntad de parte de la ministra Blanco de apoyar nuestro proyecto de ley.

Ruth, ¿qué le diría a usted a otras trabajadoras sobre la labor que están realizando?

Una de las cosas que nos hace no defender nuestros derechos, es que uno estando en una casa se encariña sobre todo con los niños, después con los empleadores. De repente se desconocen y ahí viene lo fuerte, porque uno debiera generar lazos, pero es muy difícil. Así que llegan acá las compañeras con problemas terribles en sus espaldas.

Nuestro trabajo no es indigno, las condiciones laborales son las indignas. Si nosotras no estuviéramos en las casas, cómo estarían esas casas. Nosotros necesitamos tanto al empleador, como ellos a nosotras. Si no estuviéramos trabajando, difícilmente las mujeres podrían desarrollarse en el área profesional, así que indirectamente somos un gran aporte al país.