ENTREVISTA: Luis Berríos, director ejecutivo de la Vicaría Pastoral Social – Caritas, junto al actual vicario, Jorge Muñoz SJ, se encargan de los ejes estratégicos de la acción social de la iglesia, la gestión interna y la marcha de los proyectos, entre ellos el Programa de Empleabilidad para Familias de niños, niñas y adolescentes trabajadores.
Por Antonia Orellana
El año 2006 la Iglesia decidió unificar la Vicaría de la Pastoral Social (anteriormente de la Solidaridad), la Vicaría de los Trabajadores y Caritas, acogiendo un llamado hecho por los obispos latinoamericanos a tener una única denominación para la acción social eclesiástica. Desde entonces la Vicaría de la Pastoral Social – Caritas tiene como misión salir al encuentro de las personas y comunidades que sufren situaciones de pobreza y exclusión.
Su director ejecutivo Luis Berríos llegó hace siete años de la mano del padre Andrés Moro. Junto al actual vicario, Jorge Muñoz SJ, se encargan de los ejes estratégicos de la acción social de la iglesia, la gestión interna y la marcha de los proyectos, entre ellos el Programa de Empleabilidad para Familias de niños, niñas y adolescentes trabajadores.
Si tuviera que caracterizar en una frase la Vicaría de la Solidaridad esa fue la defensa de los DDHH. ¿Cuál es el rol hoy de su heredera, la Vicaría de la Pastoral Social?
Acompañar a las personas que están en situación de vulnerabilidad y exclusión. Esa es nuestra tarea y el concepto clave es acompañar, porque creemos que esas personas tienen capacidades y son las protagonistas del proceso de mejora de sus condiciones de vida.
En esa tarea, ¿qué rol juegan las y los trabajadores?
Para nosotros tienen un rol fundamental porque es a través del trabajo y la organización que se da una de las vías más factibles para acabar con la exclusión y la vulnerabilidad. El empleo estable sigue siendo una protección contra la pobreza. Por otro lado, en la medida en que las y los trabajadores se organicen y corran los límites de los derechos sociales hacia un ámbito de mayor justicia la sociedad en general va produciendo cambios. El trabajo sigue siendo la herramienta fundamental para superar la vulnerabilidad.
Hoy se habla de la crisis del estatus del trabajo, y que el trabajo como fuente de estabilidad es un contrato social a la baja por el fenómeno de la precarización. ¿Cuál crees que es el mayor desafío en ese sentido?
Creo que el principal desafío es vencer el individualismo y este mal entendimiento que tuvimos como sociedad sobre el esfuerzo personal, que sin duda es valioso pero por si solo no conduce a nada. Creemos que el individualismo es la principal amenaza para el trabajo en el contexto actual, porque nos va aislando no solo de la organización de los trabajadores sino que de la vida en el barrio y más.
En ese camino la Vicaría de la Pastoral Social ha desarrollado el Programa de Empleabilidad para familias con riesgo de trabajo infantil, que en su nueva edición recoge la experiencia de 20 años del anterior programa…
Una de las premisas del programa es que la precariedad del trabajo adulto promueve el trabajo infantil. Nuevamente volvemos a que el trabajo, la generación de medios de vida como se suele decir a nivel internacional, es la clave para superar la exclusión. Entonces, las familias más vulnerables, cuando no acceden a trabajos formales por falta de formación, distancia o lo que fuere, se ven motivadas a construir un ingreso familiar con todos los integrantes, y eso les lleva a adherir a empleos precarios y vincular a los hijos en ello. Pero lo que hay detrás es que no hay un ingreso que permita prevenir eso, en la medida en que el trabajo es más precario o falta este, es más probable que haya trabajo infantil. Creemos que el Programa de Empleabilidad logra una inserción laboral más deseable para los adultos y eso repercute en que los niños no trabajen.
¿Cuál es la diferencia de este Programa y la institucionalidad estatal de protección a la infancia?
Son complementarios. Durante 20 años pusimos el foco en las y los niños y adolescentes, acompañándoles y haciéndoles ver la vulneración que significaba para ellos el trabajo infantil y desenvolverse en un ambiente adulto. Trabajamos con los colegios para que no desertaran y con los papás para que tomaran conciencia, también. Pero siempre nos quedaba la patita del ingreso familiar: si no existe, ese niño tiene posibilidades de tener que salir a trabajar. Los organismos de protección deben velar por la protección de los niños, niñas y adolescentes, y las organizaciones deben trabajar con los adultos. Se necesita una intervención integral.
¿Cómo ha evolucionado el trabajo infantil en Chile?
Estamos en una situación de estancamiento de las cifras de trabajo infantil, hace años que no disminuyen. 200 mil niños son pocos si los comparamos con Perú u otros países donde llega a 800 mil o un millón, pero es un núcleo duro que cuesta romper. Vienen de familias en contextos muy complejos, que deben ser abordadas desde distintas aristas.
Ese estancamiento ¿podría tener que ver con el aumento del trabajo precario? Desde 1998 la tendencia en Chile es el crecimiento de formas precarias de inserción laboral como el autoempleo o la tercerización.
Sin duda. Muchas de las familias que no acceden a un trabajo formal buscan formas de microemprendimiento, autoempleo u otras porque son más flexibles en cuanto al horario y permiten suplir otras carencias como la falta de cuidado para sus niños mientras trabajan, por ejemplo. Cuando los empleos están concentrados en lugares a los que lleva 3 horas llegar hay un incentivo a buscar alguna otra forma. Entonces tiene que ver con la precarización pero también con los bajos sueldos. Para el Programa de Empleabilidad ha sido un desafío encontrar puestos laborales de tiempo completo que generen una renta digna.
El Programa de Empleabilidad trabaja directamente con empresas. ¿Cuál creen que es el rol del sector privado en todo esto?
Tienen un rol fundamental. En primer lugar, pueden minimizar las barreras de acceso al mercado del trabajo para incluir a más personas en el empleo formal. Las empresas comprometidas con el desarrollo deberían, además, ofrecer empleos protegidos. Es decir, sabemos que hay personas que van a entrar con ciertas desventajas a trabajar y si no cuentan con un acompañamiento o refuerzo de la empresa serán mal evaluados y despedidos. Pero a corto plazo esas desventajas se equiparan y pueden superarse.