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OPINIÓN – No siempre seremos “el peor país de Chile”


Patricio Inostroza R. Miembro del Centro Internacional de Economía Social y Cooperativa de la Universidad de Santiago de Chile

Este mes había estado preparando una reflexión sobre la oportunidad de las empresas recuperadas como modelo empresarial, autogestionado y de propiedad de los que trabajan, así como su vinculación con la legislación vigente respecto a los procesos de liquidación de empresas declaradas en insolvencia o en proceso de quiebra. Sin embargo, en pleno mes de octubre donde se ha suscitado la muerte de Denisse Cortés, defensora de los derechos humanos, la implementación del “Estado de Emergencia” en la Región de la Araucanía, la conmemoración de un nuevo 18-O y, entre otras muchas cosas, más aristas de corrupción en los altos mandos de nuestras instituciones. Esto me ha hecho reflexionar y proponerles un tema menos mundano esta vez.

No es que se trate de un mal octubre, por el contrario, no es más que la evidencia de lo que somos como sociedad, y me atrevo a plantear que operamos de una manera corrupta como sociedad, con amiguismo y priorizando el bien individual por sobre el bien de otros(as) o el bien común. Más allá de la violencia institucional (que por supuesto existe), les quiero invitar a que nos miremos a nosotros mismos, sí, porque también hemos sido formateados en este sistema individualista y creemos que el pituto es condición para ascender en la vida, ¿por qué no lo creeríamos si es lo que vemos?, nos saltamos la fila, no participamos porque tenemos que trabajar igual el lunes, entre los propios trabajadores y trabajadoras no generamos acciones de solidaridad en pro de la unidad sindical porque de alguna forma nuestra legislación facilita la libertad sindical y no la unión (por supuesto), entre muchas otras expresiones de individualismo.

No es que esté negativo, por el contrario tengo una profunda esperanza en que la convención constituyente es el primer hito de un cambio institucional profundo en nuestro país, pero también creo que es necesario cuestionarnos, a nosotros como personas que somos, respecto de nuestra propia responsabilidad individual en la prevalencia de nuestro sistema, debemos cuestionar los valores que tenemos, por sobre todo lo que llaman la racionalidad basada en el trueque competitivo, donde para que haya vencedores también tiene que haber vencidos. La primacía de la libertad por sobre todo, en donde “mi libertad termina donde empieza la del otro/a” justifica en gran medida a frenar los cambios que necesitamos. Es necesaria una nueva racionalidad que nos permita distinguir que nuestra libertad no es el valor supremo de nuestra sociedad (o no debería serlo según mi humilde opinión), sino el bien común, el cual en ocasiones chocará con nuestra libertad. Una nueva racionalidad que implique que nuestra libertad termine cuando afecta el bien común, esta idea que me encantaría que fuera mía no lo es, pero la suscribo completamente, debemos tener disposición a cambiar y parte de ello implica necesariamente que no todos los cambios nos gusten.

“Somos el peor país de Chile” es la mejor expresión para ejemplificar cómo estamos, pero ese “somos” no siempre será, al menos espero que usted piense mientras lee esto una buena cantidad de situaciones y experiencias donde el individualismo no prima. Pero claro, no salen en las noticias. 

Por cierto, si puede, revise a Mauricio Abdalla para profundizar en la necesidad de una nueva racionalidad.