Una vez más las tragedias naturales en Chile nos han demostrado la debilidad y vulnerabilidad de nuestras instituciones y también de tantas personas que hemos conocido a través de los medios de comunicación social. La pérdida de vidas humanas, de tantos bienes familiares, de animales, de instrumentos, de enceres, nos demuestran la fragilidad de nuestra vida.
Esto nos desafía a poder mostrar que frente a todos los desastres, desde el terremoto de 2010 –mirando para atrás-, y hasta ahora pasando por todos los incendios, aluviones, y distintas crisis de la naturaleza, los más afectados siempre son los pobres y vulnerables; los que lamentablemente viven en forma poco segura, en las quebradas, porque se ven rodeados de poca o nulas medidas de contención y de seguridad.
Hoy también queda en evidencia la fragilidad de aquellas familias que tienen solamente un ingreso, muchas veces sometido a una sola fuente laboral, ya sea agrícola o de pequeñas artesanías. Basta que ocurra un desastre natural para revelar los empleos precarios e inestables, por lo mismo es imperioso mejorar las condiciones laborales para que tantos chilenos no vivan al borde de la pobreza.
Uno podría preguntarse cuántas de las personas más afectadas hoy tendrán una pensión justa, cuántos tenían una vivienda digna, cuántos tenían un empleo remunerado, con un trabajo digno y decente. Por eso también todas las posibles políticas de desarrollo social, tienen que estar siempre enfocadas en la persona, centro de todo el desarrollo humano, pero pasa que muchas veces en nuestro país estas políticas pierden el foco.
Todo esto implica un desafío muy grande para construir un Estado y una Nación mucho más solidaria e inclusiva. Chile hoy no es un país pobre, pero lamentablemente la respuesta que se da ante muchas de las catástrofes naturales es de una pobreza impresionante y de una forma muy reactiva. Estas situaciones tienen que ayudarnos a descubrir lo más profundo de la solidaridad, que no pasa solo por tanta apoyo que reciben hoy bomberos, brigadistas y voluntarios, sino que también por una ayuda mucho más concreta e integral que sea más permanente en el tiempo.
Entendiendo que el cambio climático es una nueva realidad a la que hay que hacer frente, se hace necesario que el Estado, los privados y la sociedad civil participen desde los roles que les competen, para que estas situaciones no sean reiterativas en el tiempo.