El 08 de marzo se conmemora en todo el mundo el “Día Internacional de la Mujer Trabajadora”, reconocido por las Naciones Unidas en 1975. Esto, en homenaje a las históricas huelgas que fueron realizadas por miles de obreras en el siglo pasado, que luchaban por mejoras salariales, y que culminaron trágicamente con la muerte de 129 de ellas. A partir de ese momento la mujer en el mundo, y en particular las mujeres trabajadoras, han reivindicado el derecho a una mejor sociedad y a ocupar en ella un lugar en igualdad.
En Chile no ha sido distinto. Las mujeres del salitre y del carbón estuvieron junto a sus esposos desafiando el sistema de explotación, participando en manifestaciones y huelgas. Movilizaciones que muchas veces fueron silenciadas brutalmente, siendo también las mujeres víctimas de esta violencia, tal como ocurrió en la masacre de la Escuela Santa María de Iquique hace 110 años.
En el largo camino del sindicalismo chileno, existen muchas mujeres olvidadas que han dejado su huella: maestras, obreras, campesinas, profesionales, quienes codo a codo fueron y son parte del sindicalismo de las distintas épocas que ha vivido el país.
También las mujeres trabajadoras jugaron un rol protagónico en Chile -junto con otros sectores- en la lucha contra la dictadura, la defensa por los derechos humanos y la recuperación de la libertad y la democracia.
Las mujeres hoy en Chile componen más del 45% de la fuerza de trabajo, esto sin considerar la contribución económica que hacen las dueñas de casa, aportando significativamente al crecimiento y desarrollo del país.
La mujer se ha integrado al campo laboral, pero lo hace sin contar con las condiciones mínimas para ello: con menores remuneraciones, ausencia de salas cunas, inseguridad en el cuidado de sus hijos, exposición a enfermedades y accidentes, siendo discriminada para acceder al campo laboral por edad y sexo. Además, con una deficiente seguridad social y bajas pensiones; muchas veces sin contrato, sin previsión, todo lo que conforma un cuadro que hace que hoy en Chile haya una fuerte deuda social y económica con las mujeres trabajadoras y sus familias.
En este sentido, el Papa Francisco ha señalado que “se debe prestar más atención al empleo de las mujeres. Muchas mujeres no son suficientemente reconocidas en sus derechos, en el valor de las tareas que realizan regularmente en muchos sectores de la vida social y profesional, en sus aspiraciones dentro de la familia y de la sociedad […]. Algunas de ellas están cansadas y casi aplastadas por la mayor parte de los compromisos y obligaciones, sin encontrar suficiente comprensión y ayuda” (Mensaje al Encuentro de apertura de la III edición del Festival de la Familia en Riva del Garda, 2 de diciembre de 2014).
Por último, recordar también en palabras de Francisco que la mujer no está “para lavar platos”. No, es ella la que le da la armonía a nuestra vida, “nos enseña a valorar, a amar con ternura, y que hace que el mundo sea una cosa hermosa” (Homilía Misa en Casa Santa Marta, 9 de febrero 2017).
Irene Celis Ramírez Asesora Laboral Vicaría Pastoral Social Caritas